viernes, 13 de diciembre de 2013

13/12/13

    Es viernes 13 y no se ve el sol. El cielo parece un cuenco dado la vuelta: gris y uniforme. Se acerca el invierno, una estación implacable. 
    Los árboles que veo desde la ventana tienen las ramas desnudas apuntando hacia el cruel cielo. Parecen brazos saliendo de la tierra, suplicando un auxilio que nunca llegará. Cuento catorce árboles, catorce brazos, siete cuerpos bajo tierra, siete almas que ha arrancado el viento del otoño junto con sus hojas amarillentas. Los pájaros se posan en las ramas, ignorando los gritos crujidos, piando con arrogancia, levantando el vuelo con una parsimonia envidiable. ¿Eso es un cuervo? Dicen que los cuervos son los ojos del Diablo. ¿Acaso ha venido a disfrutar de esta agonía? 
     Se intuye ahora el sol en su punto más alto. Pareciera que el cielo fuera a estallar en llamas de un momento a otro. 

 

martes, 12 de noviembre de 2013

Tormenta

     Sentada frente al ventanal en el camarote del capitán. Sentada observando la bravura del mar. Un vaivén constante en el que se deja llevar. El chirrido de la puerta le advierte de que ya no está sola, aun así sigue con la mirada perdida en la espuma de las olas. Una mano de dedos firmes y ásperos acaricia sus hombros desnudos, la otra aparta la cascada de bucles negros para dejar paso a unos labios cortados por el frío, pero que besan con ternura la base de su cuello. "Se avecina tormenta", fue lo único que dijo. Apenas un susurro, quizá un pensamiento en alto o solamente algo para romper el tenso silencio que reinaba. Las caricias siguieron su camino, recreándose alrededor de alguna que otra cicatriz, hasta que finalmente se apartó. No fue hasta ese momento que se dio cuenta de lo fría que estaba, de la escarcha que empezaba a formarse en los cristales. El calor humano que aquel hombre se había llevado consigo pronto fue sustituido por el que le brindaría una gruesa capa de terciopelo negro, colocada sobre sus hombros con suma delicadeza, como si la fragilidad se hubiera hecho persona. Lo agradeció en silencio, una inclinación de cabeza casi imperceptible. Al momento volvía a estar sola.
     El ruido de las olas que golpeaban el casco ahogaba el ajetreo en cubierta, pero no tanto como para que no oyera lo que pasaba. El capitán daba órdenes a viva voz, aunque en vez de gritar parecía gruñir desde el fondo de su garganta. 
     Cambiaban el rumbo, se alejaban de la tormenta. 



  

sábado, 26 de octubre de 2013

¿Recuerdas...?

     ¿Recuerdas aquellas caricias resbalándose por tu piel? Las sombras que mis dedos dibujaban sobre ella hasta que la última vela se apagó...
     ¿Recuerdas acaso mi último suspiro sobre tu pelo? El suave ronroneo sobre tu oreja mientras mis manos bajaban...
     ¿Recuerdas ese leve rubor en mis mejillas? El susurro de un "Je t'aime"...




Shhh... ¿Quieres recordar?

miércoles, 16 de octubre de 2013

Recuerdo...

    Recuerdo...
    Vi caer entre la ceniza un pétalo de  rosa. Busqué el rosal, pero no lo encontré. Estaba perdida, asustada, pero pronto unos firmes brazos rodearon mi maltrecho cuerpo y me sacaron de aquella pesadilla. "Sólo ha sido un sueño" pensé, girándome hasta quedar frente a quien me abrazaba. Allí estaba él, sus labios entreabiertos, su respiración pausada... Emanaba serenidad, paz y tranquilidad. Era lo que necesitaba en aquel momento. Acaricié su torso con lentitud, deteniendo la mano justo donde más se sentían los latidos de su corazón. Tuve que obligar a mis pulmones a coger aire, parecía que me había quedado sin respiración para poder escuchar mejor la suya, mi nana preferida... Le oí gruñir algo incomprensible y me abrazó más contra su pecho. Seguía dormido y soñaba. Quise entrar en su sueño, acompañarle en su viaje. Acabé dormida de nuevo, con el rostro escondido en su torso. Un par de lágrimas descendieron por mis mejillas, "No más cenizas, no más pétalos". 


domingo, 6 de octubre de 2013

Carta a la soledad

   Hacía mucho tiempo que no me sentía tan vacía. Llevo horas sentada frente a un folio en blanco, bolígrafo en mano, esperando. 
   Nada.
   Otra vez esa nada en la que me siento atrapada. Releo tantas y tantas veces las pocas líneas que escribo sin saber cómo seguirlas... Ha anochecido sin darme cuenta. Da igual, ya todo da igual. Cierro los ojos, duermo, sueño. 
   Sueño contigo, con tu sonrisa. Sueño conmigo y con mis ganas de ti. Sueño con un encuentro, una caricia, un beso y un suspiro. Sueño con una puesta de sol y una lluvia de estrellas. Sueño con una tarde de lluvia, con nuestros cuerpos en tormenta. Sueño con tu mirada sosteniendo la mía...
   Y sufro, sufro porque sólo es un sueño. Otro sueño más que pronto caerá en el olvido. Dime, amor, ¿también sueñas conmigo? 
   Sueño con que seas mío o que me hagas tuya. Sueño hasta con esta eterna espera. 
   ¿Y si sólo fuéramos eso, un sueño? 
   
   Al final he despertado y te estoy escribiendo. Cuando recibas esta carta y la leas seguramente esté durmiendo o pensando en ti. Aunque claro, todo depende de quién seas y de quién crees que soy yo. 
   Una vez más me retiro, me esperan. Guardo mis alas para otro posible viaje. Mientras ese momento llega, sucumbo al deseo de perderme en mi interior. Bon voyage...



  Siempre... tuya.

miércoles, 2 de octubre de 2013

A bridge...

   "No hacía más que mirar hacia atrás. Era de noche y hacía un viento ensordecedor. Llevaba andando, huyendo, horas. Sabía que de un momento a otro las piernas le fallarían y eso sería su fin. No, no debía pensar en eso. Él estaba esperándola en el puente y no podía dejarse vencer. 
   Por fin divisó a lo lejos las luces del puente, aceleró el paso cuanto pudo, debía llegar sin dilación. Él la esperaba justo a la mitad de la estructura, con el coche arrancado para no perder tiempo. Corrió y lloró, lágrimas de felicidad por estar tan cerca de la salvación. Presentaba un aspecto horrible: despeinada, sudando, magullada... pero le daba igual. Todo cambiaría cuando consiguiera cruzar el puente. 
   Lástima que ese momento no llegara. Le faltaban apenas unos pasos para conseguirlo cuando la oscuridad la envolvió por completo. Gritó, se resistió, pero acabó perdiendo la consciencia. Muerta. Dos sonidos le perseguirían hasta el Otro Lado: los desgarradores gritos del que la esperaba y la risa macabra de quien se escondía en las sombras, ambos ensordecidos por el sonido del viento."


Dicen que el oído es el último sentido que se pierde...


lunes, 30 de septiembre de 2013

Carta al ladrón de la baraja

   Mil temas de los que hablar con mi musa y sigue sin aparecer. ¿Acaso te la llevaste junto con mis pesadillas? Es cierto, hace mucho tiempo que no tengo un mal sueño pero también hace tiempo que no me siento a escribirte. Pensé que la soledad iba a ser más agradable, que tendría tiempo para todo, pero no. El tiempo sigue escapándose por entre mis dedos sin que pueda hacer nada para evitarlo.
    Hay algo que me ronda la mente, quizá una preocupación injustificada, no lo sé. Lo que sí sé es que, a veces, me miro al espejo y no me reconozco. No he cambiado mucho en estos últimos años, lo normal, pero no noto el cambio en lo físico. Es algo que va más allá, algo en la mirada. Algo que me hace tener hasta un poco de miedo. Miedo a mirar fijamente al espejo y ver cómo la expresión del reflejo cambia sin que cambie la mía. 
   Suena como una paranoia... pero no sé describirlo mejor. ¿Recuerdas cuando dije que era de las que lloran en silencio? Sí, es cierto, pero tampoco del todo. ¿Me habré cansado de estar a la sombra o simplemente es un bache? Realmente espero que sea lo segundo. 
   Tómate unas vacaciones y devuélveme a mi musa, no puedo seguir así, sin palabras, sin escribir, sin cerrar los ojos y dejar que fluya.


Siempre... tuya. 

domingo, 22 de septiembre de 2013

Reincidentes

   Despertar a medianoche después de una amarga pesadilla y encontrarse en soledad. Nada, nadie. ¿Qué haces? Hice lo que nadie hubiera hecho, vestirme e ir en tu busca. Llorando cubrí la distancia que nos separaba, reincidiendo por el camino en un solo pensamiento, un solo sentimiento. Llegué a tu casa pero no llamé. Cobardía, quizá, vergüenza. Me senté a mirar tu ventana, imaginando el leve movimiento de tu pecho al respirar tranquilo, dormido. Ese vaivén en el que me acurrucaba hasta quedarme dormida. Tuve que irme corriendo, temiendo que mis sollozos te despertaran. Volví a casa, a mi habitación, mi santuario, y ahí volví a caer en un profundo sueño aderezado por las lágrimas. 
   Mañana será otro día...


miércoles, 28 de agosto de 2013

With darkness at the ankles

  ¿Nunca os habéis preguntado qué hay acechando en las sombras? ¿Nunca os habéis preguntado qué  es esa extraña sensación de sentirse observados cuando estamos a solas? Yo sí, continuamente. 
  Aquí todo es oscuridad pero, a veces, aparece una tenue luz. Muchos pensarán que es un rayo de esperanza, un bote de salvación. Pero ¿qué hace la luz sino traer consigo las sombras? 
   La luz, en ocasiones, es el vehículo del miedo.
  ¿Por qué los niños(y quizá no tan niños) necesitan dormir con una luz encendida? ¿Miedo a la oscuridad? No, más bien a lo que podría haber en ella. Pero pensadlo, ¿no es la luz una señal, una marca de posición que nos revela? Nos expone, nos hace vulnerables y crea las sombras. Todo lo que no abarca la luz se vuelve desconocido, peligroso. Pero sin luz todo es igual, uniforme. En la oscuridad podemos refugiarnos sin miedo a ser vistos. 
  Pero, ciertamente, sería triste vivir en un mundo sin luz, pues ni siquiera podríamos vernos a nosotros mismos. No podríamos ver el mar atrapado en un iris, no podríamos ver los cafés con pupila, no podríamos recrear la vista en una pradera cercada por espesas pestañas...
  Pros y contras...

  ¿Qué preferís, luz u oscuridad? 



  

miércoles, 14 de agosto de 2013

Podría ser...

Una escalera que sube, sube, sube y sigue subiendo. ¿O quizá que baja, baja, baja y sigue bajando? Lo único seguro es que no es un infinito rellano. ¿Será la vida una escalera de caracol, sostenida por un eje central que podría ser el porqué de la existencia?
Diría que es una metáfora bastante acertada.
La muerte será como llegar al final de la escalera y sentarse en el último escalón, mirando hacia abajo. En ese momento ves todo lo que has recorrido, todo lo que vas a dejar atrás. Suspiras de agotamiento por el trayecto, pero al mismo tiempo resulta ser un suspiro de satisfacción. Y esperas, esperas, hasta que un huesudo dedo índice te toca el hombro. Adiós.


miércoles, 24 de julio de 2013

Cucú

Otra vez un sueño extraño...

"Estoy en una casa tipo americana, como las que salen en las películas de miedo. Es la casa de un familiar, creo, o un amigo de mis padres. No estoy sola, estoy con una chica de mi edad, sentadas en unas sillas bajas cerca de la entrada, hablando de cualquier tontería. Un coche se acerca, un todoterreno rojo oscuro en el que van mi hermano, el hermano de la chica y su padre. Curiosamente, el hombre lleva una camisa azul de flores que me regaló mi abuela hace años, pero al entrar en la casa ésta cambia por una camisa roja de leñador. Nos saluda."

Y ahí acaba la primera parte.

"Al momento siguiente es de noche y camino sola por los pasillos del piso inferior de la casa. Me asomo a la ventana que da al jardín delantero y veo a los dos niños y a la chica haciendo una 'acampada'. Me ven y me dicen algo que acompañan con apresurados gestos. Pero no les oigo. Corro la cortina y me dirijo a mi habitación.  En cuanto enciendo la luz y miro la cama me detengo, estupefacta. Hay unos diez relojes de cuco, de varios colores y tamaños, encima de la cama, mirando hacia la ventana. Sin saber porqué, voy cogiendo cada uno y cambio la hora a las 11:59. Cuando estoy cambiando el último me asomo al pasillo y veo, en la habitación de enfrente, como mi primo de 6 años me mira con los ojos muy abiertos, sonriendo de forma un tanto sádica. Aún con esa perturbadora sonrisa en la mente, a la que yo respondí con un asentimiento, me doy cuenta de que todos los relojes han empezado a sonar."

Otra parte.

"Ahora es de día y reconozco que paseamos por una de las calles de mi ciudad natal. Estamos todos los de anoche anterior, añadiendo a mi madre,  cuando entramos en una tienda de muebles. Todos empiezan a probar los colchones. Yo no, estoy demasiado ocupada intentando apartar a un perrito blanco parecido a una oveja que me hace cosquillas en las piernas. Finalmente cedo a las insistencias y me tumbo en un colchón para probarlo. Pero, sin querer, me duermo."

Y he aquí la última parte, algo extraña, ya que estoy soñando dentro de un sueño.

"Estoy en una sala que no es la tienda de muebles. Es un sueño. 'Genial...' pienso. Miro a mi alrededor, todo me resulta familiar. Claro que me es familiar, no es la primera vez que tengo este sueño. Sé lo que va a pasar y sé donde tengo que ir. Digo algo en voz alta y sé que los despiertos me están oyendo. Decido narrarles todo lo que pasa, supongo que pensarán que hablo en sueños. Y es así. Salgo de la sala, parecida a los aposentos de un castillo medieval, y me interno en los pasillos de suelo forrado con alfombra roja y paredes iluminadas por el tenue brillo de las antorchas. Hay cuadros a ambos lados del pasillo pero no me detengo a mirarlos. Sé que no es seguro andar por aquí. Voy narrando lo que veo y los despiertos me preguntan. Curiosamente puedo escucharlos y responder. Después de doblar varios recodos y cubrir grandes pasillos, llego a una sala con dos puertas al fondo y una en cada pared lateral. Las laterales están abiertas y dan a más pasillos, la derecha del fondo está cerrada con llave, la izquierda no. Así que me dirijo a esa. Tomo el pomo y lo giro. Cede. Pero no se abre. Intento empujar y nada. Parece atrancada desde el otro lado. 'Esto no estaba así. Alguien ha estado aquí.' Grito para los despiertos, pero no obtengo respuesta. Empiezo a sudar. Ésto no debería estar pasando. Quiero despertar pero no puedo. Mis ojos se abren de manera exagerada y mi respiración se corta cuando llega a mis oídos el leve crujido de la alfombra cuando se pisa. Pasos. Alguien viene. Me acerco a la pared de la izquierda y miro por la puerta. A lo lejos emerge de entre las sombras un hombre rubio vestido con un uniforme azul claro. Anda despacio, casi dando tumbos. Y no me extraña, ya que sus extremidades están dobladas en un ángulo antinatural. Alza la mirada y me ve. En su desfigurado rostro alcanzo a distinguir un intento de sonrisa. Empieza a correr hacia mí. Yo intento pedir ayuda a los despiertos pero nadie me escucha. Corro hasta la puerta cerrada de antes e intento abrirla. Desesperada, la aporreo con los puños. 'No puede ser... ésto no acaba así...'. Una sombra se cierne sobre mí. No me giro para mirar, sé que es el hombre del pasillo. Estoy asustada, sudando. Sólo oigo mi respiración agitada y los fuertes latidos de mi corazón."

Y sin que mi yo del sueño despertara, he despertado. Sudando como me encontraba, cogí mi agenda y mi bolígrafo y me puse a escribir el sueño. Aún tengo en mi cabeza la sonrisa de mi primo y el sonido de los relojes. Tantos relojes juntos, soñar dentro de un sueño,... ¿qué significa? 
El mundo de los sueños es algo extraño, perturbador, mágico, increíble. Y puede que hasta peligroso. 


"¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueñossueños son." 

martes, 9 de julio de 2013

Carta a un alma inexistente

   Nunca pensé que las sombras pudieran ser tan acogedoras. Siempre pensé que lo oscuro era frío, que las sombras no podían brindar calor. Pero me equivoqué. Ahora que vivo entre ellas no puedo siquiera pensar en mi anterior vida en la Luz. Mi pasado es borroso, son imágenes demasiado brillantes como para que ahora distinga su contenido. Creo que fui feliz alguna vez, o eso es lo que quiere sentir mi corazón angustiado, roto. Creo que también tuve alma en alguna vida pasada, ahora lo que siento es un enorme vacío interior. No sé si aún me quedan algunos trozos astillados de alma o si nunca he tenido. Es más, puede que tenga un alma tan oscura que ni siquiera se pueda considerar eso mismo. Tampoco importa mucho, nadie va a juzgar el  estado de mi alma mientras siga en las sombras. 
   De vez en cuando una banda de pequeñas mariposas negras revolotea a mi alrededor, sacándome una pequeña sonrisa cuando alguna se posa sobre mi pálida piel. También están frías, todo es frío aquí, a la sombra de la historia. 
   A veces me quedo mirando al infinito sin darme cuenta, emprendiendo un viaje con la mente del que únicamente soy yo partícipe. No importa mucho, pues aquí no hay nadie que se fije en este hecho. 

   Hora de enviar esta carta, aunque no conozca su destinatario. Sólo he recibido una carta de vuelta y eso me hace pensar que las mías no han llegado a nadie. Aun así seguiré narrando las desgracias que observo desde mi lugar privilegiado en las sombras. 




Siempre... mía. 

viernes, 5 de julio de 2013

Su sombra

Emergió de entre sus demonios para buscar, quizá, una paz ansiada y nunca encontrada.  Tal vez fuera la soledad lo que le llevó a querer escapar de la oscuridad sin darse cuenta de que, quizá, la luz sólo le haría ver su sombra, nada más. 



Eterna compañera infravalorada. 

martes, 4 de junio de 2013

¿Sueño o realidad?

      "Otra vez esa sensación de vacío seguida de un fuerte sentimiento de pesar..."

      Un escalofrío agita levemente mi cuerpo entumecido. He vuelto a quedarme dormida en el suelo. Muy a mi pesar, toca levantarse y encarar a los mortales, como todos los días de mi existencia. Pero antes, hay que elegir una cara. ¿Una máscara de felicidad extrema o una de sutil alegría? Creo que me quedo con la segunda. Mi vida es como un sueño, un sueño en el que subo por una escalera eterna, sin conseguir llegar al último escalón. O un sueño en el que avanzo por un pasillo estrecho y oscuro hasta toparme con una puerta y, cuando alargo el brazo para tomar el pomo y abrir, se aleja haciendo más y más largo ese pasillo.
      Creo que he vuelto a quedarme dormida, pues de repente estoy a la entrada de un gran pasillo de piedra grisácea que supongo es un laberinto. Miro hacia arriba, es de noche y es imposible ver las estrellas, pues oscuras nubes cubren el firmamento. Otro escalofrío y un ruido sordo a mis espaldas hacen que eche a correr para entrar en el laberinto, sin atreverme siquiera a mirar atrás. Corro cuanto me permiten mis piernas y en la primera bifurcación giro a la derecha, mirando las altas paredes del corredor, que bien podrían triplicar mi altura. No me planteo ni mirar atrás ni bajar la velocidad, siento que algo o alguien me persigue. Sólo oigo mi respiración entrecortada y mis veloces pisadas sobre un suelo recubierto de una fina capa de arena, suficientemente fina como para que no deje huella. No sé cuantas veces giré a derecha e izquierda ni cuantos largos pasillos, iluminados por antorchas cada bastantes metros, recorrí. Siento como mis piernas flaquean cuando me detengo junto a un pasillo lateral que llama mi atención. Una oscuridad aterradora no deja ver el final de ese corredor pero da igual, cojo aire y me adentro en él a paso rápido. Pego la espalda a la fría pared y miro hacia donde he venido, hacia la luz, aguantando la respiración por lo que pudiera aparecer. En ese momento, mis párpados se separan de manera exagerada, mi boca se queda seca y mi corazón late a una velocidad vertiginosa, pues una sombra empieza a perfilarse en el suelo iluminado. Parece de un humano pero no podría asegurarlo desde este distancia. Otro escalofrío hace que me abrace a mí misma, con miedo a estar respirando demasiado fuerte. El dueño de la sombra se ha detenido, pues ésta no avanza. Voy a moverme y a separarme de la pared cuando el sentido de la vista me abandona. Ahogo un grito y me pego aún más a la pared, sé que tengo los ojos totalmente abiertos pero no veo. Impotencia, miedo. Un terror inimaginable se adueña de mis entrañas cuando algo sale de la pared y me rodea el cuello, asfixiándome. Lo agarro para intentar aliviar la presión pero sin conseguirlo, y aquella especie de raíz viva me levanta del suelo. Es algo agonizante, el aire abandona mis pulmones a una velocidad increíble mientras mis piernas dan patadas al aire en un intento de apoyarse en algún sitio. De forma repentina me vuelve la vista y lo último que veo antes de que la vida escape de mi cuerpo son unos brillantes ojos amarillos...

                                                                         *   *   *
    Me incorporo de un brusco movimiento sobre el suelo de mi habitación. Las lágrimas se funden con el sudor en el que estoy bañada. Ha sido sólo un sueño... Las piernas me tiemblan y aún me cuesta respirar pero me levanto y voy hasta el espejo de pie. Me aparto el pelo para poder mirarme el dolorido cuello. Allí están, unas marcas profundas que lo rodean y están casi en carne viva. Las palpo un poco, horrorizada, y cierro los ojos por el dolor, dejando escapar leves sollozos por entre mis labios. Cuando vuelvo a abrirlos, el aire escapa de mis pulmones otra vez.
    Hay un par de ojos amarillos mirándome...


lunes, 20 de mayo de 2013

Un viaje sin retorno

"Era como cualquier otro viaje, un viaje de vuelta a casa. Ambos iban en los asientos de atrás, cogidos de la mano como tenían costumbre. Ella llevaba la cabeza apoyada en su hombro, dormida, mientras él le acariciaba el pelo con la mano libre. Llevaban varios años juntos, enamorados como el primer día, totalmente perdidos el uno en el otro. Aquello era amor del que no se encuentra fácilmente.
Un grito del conductor la despertó de su sueño y, antes de que se diera cuenta, estaba aferrada a su acompañante como si le fuera la vida en ello mientras el coche donde viajaban daba violentas vueltas de campana. Los brazos de su novio se le clavaban en los huesos de lo fuerte que la agarraba mientras giraban y giraban, sin que ella pudiera cerrar los ojos, presa del pánico. Gritó hasta que el coche al fin se detuvo, o más bien hasta que se quedó sin voz. Intentaba respirar pero un dolor punzante en las costillas lo dificultaba. Sus dedos estaban agarrotados, doloridos por la fuerza con la que se agarraba al joven, y su mirada... su mirada sólo reflejaba pánico y terror. No podía moverse, demasiado dolor, demasiado miedo porque él no se movía.
Pronto empezó a oír las primeras sirenas, tenía la esperanza de poder salir de allí con su amado. Mas no podía soltarse de él, tenía los músculos totalmente bloqueados y los ojos abiertos como platos, sólo humedecidos por las lágrimas, pues aún no conseguía cerrarlos. Fue entonces cuando notó varias manos que le liberaban del cinturón de seguridad y que intentaban sacarla de aquel coche pero ella no quería separarse del joven. Empezó a gritar de nuevo, gritos desgarradores que hicieron que las manos se apartasen de ella. Oyó varias voces y al momento siguiente notó como empezaban a sacar el cuerpo al que con tanto ahínco se agarraba. Los sacaron a los dos al mismo tiempo, pues comprendieron que ella no iba a soltarse. Su rostro, demacrado por el pánico, sólo brillaba cuando la luz de la ambulancia se reflejaba en el surco que dejaban sus lágrimas. Los tumbaron sobre una especie de papel de aluminio, que resultó ser bastante agradable. Volvieron a intentar separarla del joven pero ella se puso a gritar histérica, agarrándose aún con más fuerza. ¿Por qué querían separarlos? ¿Por qué él no la sujetaba como hacía ella? ¿Por qué el cuerpo al que se agarraba estaba cada vez más frío? Su respiración se hizo cada vez más fuerte y, aunque sus ojos estaban totalmente abiertos y miraban a todos lados con nerviosismo, no veía que estaban rodeados de médicos, bomberos y policías. Finalmente sus ojos vidriosos se cerraron cuando se desvaneció, momento que aprovecharon para separarle del cuerpo inerte de su acompañante. Por desgracia, él había recibido tal golpe en la cabeza durante el accidente que había muerto en el acto, sin poder despedirse de ella.
                                                                     *   *   *
La chica abrió los ojos de forma brusca, cegándose un poco por la luz que había en la estancia. Se despertó una semana después del accidente, había estado en coma después de sufrir un paro cardíaco. Miró alrededor, buscando los ojos azules que deberían haber estado ahí cuando despertara, pero no encontró nada en la fría habitación de hospital. Se notaba entumecida, no podía casi moverse cuando una enfermera entró en la habitación. Pronto llegaron algunos médicos que le preguntaron varias cosas a las que ella respondió con total normalidad. Después, un silencio envolvió el lugar cuando la joven preguntó por su novio. Nadie se atrevió a mirarle a los ojos, pues parecía no recordar lo ocurrido. Finalmente un médico se inclinó un poco para susurrarle al oído:
-Él... ha fallecido en el accidente. No pudimos hacer nada.
Esas palabras hicieron que abriera los ojos como los había abiertos momentos después del accidente. Su respiración se aceleró, el corazón empezó a latir violentamente cuando las imágenes volvieron a su mente como despiadados latigazos. Cómo ella dormía sobre su hombro, cómo él le acariciaba, cómo todo empezó a dar vueltas, cómo se había agarrado a él, cómo los habían tumbado en el suelo, cómo habían intentado separarlos para salvarla... Aún sentía como sus dedos agarrotados se sujetaban a la única persona que había amado. Su rostro reflejaba el mismo pánico. Estaba sola, él ya no estaba. No volvería a estar y ella no podía vivir con eso. Los latidos de su corazón eran tan violentos, la respiración tan incontrolada, que su cuerpo terminó cediendo. Sus manos, hasta ese momento cerradas en un puño, se relajaron hasta quedar extendidas. Su abdomen detuvo el movimiento que se hacía al respirar. Sus ojos se quedaron abiertos mirando hacia el infinito. Intentaron reanimarla... pero ya era tarde.
Aquello sí era morir de amor, literalmente. Si él ya no existía, ¿qué podría hacer ella viva? Creía que nada, sólo sufrir. Puede que por ello la Muerte se apiadara de ella y se la llevara también."

Si la muerte los separó, también volvería a juntarlos...

¿O no?

martes, 23 de abril de 2013

Carta a un sonido

Un haz de luz que bañe nuestros cuerpos...
Silencio, escucha, ¿lo oyes? Es el viento que nos llama. Nos invita a unirnos a su danza sin pausa. Silencio, observa, ¿lo ves? Son ninfas del río que representa la vida. Silencio, siente, ¿lo notas? Es el cosquilleo de la felicidad. Silencio, sé, seamos, ¿seremos? Silencio, amor mío, no rompas la magia. No tiñas de simples palabras un encuentro como el nuestro. Silencio, palpa, ¿lo sientes? Mi corazón late por tus suspiros. Silencio, no te vayas, sigue observando. Si no somos ambos, ¿qué queda? Nada. Silencio, piensa, libérate de todas y cada una de las ataduras que te fijan al mundo de los mortales sin permitirte llegar a sentir todo lo que yo siento. Silencio, regresa, vuelve a regalarme un suspiro de amor. Silencio, escucha, mis súplicas te pertenecen. Silencio, siente, abraza las palabras que te brindo. Silencio, cierra los ojos, recuerda nuestro encuentro pues la hora de marchar ha llegado.
Silencio, escuchad, ¿lo oís? Me reclaman lejos de aquí. Me reclaman en un lugar donde nada puede cambiar. Silencio, la marcha a las sombras comienza aquí, una marcha hacia donde la luz no puede llegar. Esperad con impaciencia el seguro regreso o, mejor aún, vivid con mi ausencia. 

Siempre... mía.

lunes, 15 de abril de 2013

Carta a un amor perdido

Ojos verdes qué miran todo sin ver nada. Las pupilas dilatadas como si se encontrara en una noche sin luna. Calor, un calor abrasador que recorre todo su interior. Ella siente todo y más, pero al mismo tiempo no siente nada. Un alma desnuda era, ahora ya vacía. No le quedan recuerdos en los que perderse ni un futuro que planear. Vuela en el presente como si no fuera más que un espíritu, como si no tuviera cuerpo. Está perdida. Cae. No cierra los ojos, esos encantadores ojos de mirada triste que tiempo atrás habían buscado cobijo en los míos. Una gota de sudor se desliza por su sien hasta juntarse con una lágrima y juntas caen al vacío. Entregada a los placeres de otro, perdió la esperanza cuando él dejó el mundo de los vivos.
Volvamos al presente, a sus últimos momentos antes de reencontrarse con su amado. Sabe que todo va a terminar, no le queda mucho tiempo aunque tampoco lo necesita. Sólo quiere irse ya, sumirse en el sueño eterno para acabar con su sufrimiento. Se siente desfallecer, sabe que ha llegado la hora. Su cabeza da con el suelo, un golpe sordo, pero no es la causa de su muerte. En ese momento ya no lloraba, ya había acabado todo. Pronto volvería a ser ella misma con la única persona que le había hecho feliz y que le había sido arrebatado con tanta crueldad. 
Más tarde encontraron entre sus manos inertes, entrelazadas sobre el pecho, un botecito de pastillas. Ninguna carta de suicidio, ningún mensaje para nadie. No había dejado nada, pues todos estaban enterados de su desgracia. 
Es increíble lo que puede llegar a hacer el ser humano por amor, o puede que sólo haya sido obsesión. Ya no le podemos preguntar, ¿hubiera respondido con sinceridad? A veces se confunde el amor con la dependencia, con la necesidad. ¿O es ese amor el que te hace sentir dependiente de alguien? ¿Sabemos realmente lo que es amar o sólo podemos imaginarlo? Puede que de vuelta a las sombras reflexione sobre ello y te dé mi opinión en la próxima carta que quizá recibas. 

Siempre... Mía. 

sábado, 13 de abril de 2013

Retazos del pasado

"Lo haré, haré que caigan como moscas, haré que sufran tanto como me hicieron sufrir a mí. Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, y yo ya he esperado demasiado. Será el rencor el qué les arranque las entrañas, a todos y cada uno de ellos. La piedad no es una de mis cualidades. Podré cobrarme todas las malas pasadas de una sola vez pero lentamente, sin prisa. Quiero que antes de morir sufran. Quiero que me miren a los ojos cuando exhalen su último aliento. Quiero que supliquen por su miserable vida, disfrutar viendo como se arrastran para besar mis pies en un intento de pedir perdón. Pero no, no habrá ni una pizca de compasión. Dejaré que el rencor dirija mis actos y haré que la venganza se cumpla de forma implacable."
                                                                                                                                               Beatrice. 

"Un sueño. Aparece todo en sepia, es un pequeño claro cerca de un lago. Hay más gente alrededor pero estoy sentada junto a unos niños, tendrían entre cinco y seis años. Compartimos unas moras, reímos, allí se respiraba felicidad. Sonaba música, una flauta y un laúd. Todo parecía perfecto.
Entonces todo comienza a dar vueltas, la visión del sueño está cambiando. De repente estoy de pie, sola, en una noche de luna llena en medio de aquel claro. El humo me impide respirar bien y me hace toser. Camino pisando el manto de cenizas qué cubre todo lo que un día conocí y ya no está. Los árboles, las flores, todo ha sido pasto de las llamas. Me derrumbo frente al lago, caigo de rodillas en el barro. Aún noto el calor del fuego, aún se oyen los gritos de quienes intentaron controlarlo y murieron en el intento. La luna se refleja en el agua, es lo único bello qué queda en este paisaje desolador. Que lúgubre escena de la que soy protagonista..."
                                                                                                                                                  Janah.

"Aún recuerdo mi primer viaje a las Tierras Árticas, las Tierras del Norte. Como en la mayoría de mis viajes, iba en solitario, sin equipaje. Mi piel se fundía en tonos con la nieve, pero mi oscura vestimenta hacía que resaltara a varias decenas de metros. Había hecho el viaje a pie desde el Sur, desde Acientur. No sabía cuantos miles de kilómetros había recorrido pero no estaba cansada, no, mi ser no conocía nada parecido al cansancio. Llegué a un pequeño poblado antes del amanecer, allí me esperaba un amigo para darme cobijo en su casa. Ya tenía el ataúd preparado. Al caer la siguiente noche nos propusimos salir de caza, algo realmente difícil en aquella región ya que la gente no paseaba en solitario y tanto ropa para no pasar frío dificultaba la tarea del cazador en cuanto a 'hincar el diente'. Finalmente volvimos a la casa satisfechos, la sangre de aquellos lugareños tenía un toque diferente en el sabor. No tardé mucho en marcharme de allí, sigo prefiriendo la sangre del sur. Pero fue después de unas semanas cuando recibí la noticia de que mi anfitrión había sido cazado, torturado y finalmente asesinado. Realmente me entristeció aquello, no pude volver a aquellas tierras hasta encontrar un nuevo contacto, un nuevo anfitrión."
                                                                                                                                               Lynette.



martes, 9 de abril de 2013

Carta a un mortal

Me creían muerta, quizá lo estoy. ¿Quién sabe? Puede que estemos todos muertos y nadie se de cuenta. Puede que lo que entendemos por muerte sólo sea un paso más para llegar al mundo real. Quizá esta vida sea una mera prueba de acceso al mundo de los vivos, los vivos reales. ¿Quién no lo ha pensado alguna vez? Extraños somos los humanos por pensar en lo que pensamos, por creer en lo que creemos. Siendo ésto así, hay humanos que necesitan creer en un dios, en un ser superior que dirija sus vidas. ¿Por qué? Si fuera creyente podría responder a esa pregunta pero no lo soy, así que sólo puedo suponer. Puede que esos humanos sólo necesiten un apoyo, un "algo"que les haga sentir seguros en este mundo de inseguridades aunque sea algo inmaterial o puede que imaginario(o no). Puede que crean en un ser superior por el mero hecho de no sentirse perdidos, de sentirse dentro de un gran grupo con una deidad común. Puede que crean sólo para asegurarse un buen lugar después de la muerte. Cierto es que ni ellos mismos tienen la certeza de que creen en un ser real pero tampoco les importa.
Hay otros humanos cuyas ataduras los ligan a otros de su misma raza. Esas ataduras bien pueden ser de adoración, amistad, sumisión o amor. Hay humanos, personas, que necesitan sentir que pertenecen a alguien y sólo a ese alguien. Necesitan que ese alguien los guíe en esta vida de sufrimientos. Necesitan doblegarse a la voluntad de ese otro humano que les da todo lo que necesitan. Buscan llamar su atención entre súplicas silenciosas, súplicas mudas. Pero, ¿y los que no creen?¿Qué esperan de la vida?¿Cuál es su apoyo?¿Cuáles son sus metas espirituales? Aquí una servidora no tiene una deidad a quien adorar pero tampoco la necesita, al menos de momento, pues ya bastante tiene con ella misma. 
Demasiado tiempo llevo fuera, a la luz. Puede que el mundo que conocéis está a punto de cambiar. Mientras éso ocurre yo me vuelvo a retirar a mi lugar en las sombras. 

Siempre... Mía. 

sábado, 30 de marzo de 2013

Carta a una pesadilla

Que sensación tan extraña, ¿no? La de sentir que has perdido tu razón de vivir. Aunque más extraños somos nosotros, rindiéndonos tan pronto... sin luchar. A partir de ese día todo se volvió gris. Tus ojos verdes no volvieron a iluminar mi cielo. Los sollozos fueron la banda sonora de mis noches y las lágrimas lo único que sentí sobre las mejillas. Mis dedos temblaban cuando intenté marcar tu número, para acabar con esta espera de una vez por todas, pero... no fui capaz de hablar cuando al fin contestaste. Ni siquiera fui capaz de escuchar lo que me decías. Me desmoroné. Acabé en el suelo, llorando y escuchando cómo las gotas de lluvia golpeaban mi ventana.
Que impotencia, ¿no? Ver cómo lo que más te importa se aleja lentamente, sin mirar atrás. Quizá en una angustia desoladora me resguardo, huyendo de la implacable realidad. 
Sólo quería unos brazos en los que buscar consuelo, unos ojos que pudieran ver más allá de mi piel, una voz que me recordara que no estoy sola.
¿Y ese agotador sentimiento de culpa cuando nada sale bien?¿Cuánto tardará en abandonarme por completo?¿Cuánto tardará la luz en bañar mi cuerpo y llevarse así mis pesadillas?¿Cuánto tardaré en enmendar los errores que cometo antes de que sea demasiado tarde?
Sigo siendo una niña, una niña que hace caso al juguete después de romperlo e intenta arreglarlo para poder romperlo más adelante... otra vez.
Hoy toca salir a la calle, sonreír al mundo mientras poco a poco voy muriendo por dentro, como tantas otras personas qué han roto lo único que han amado.
Es cierto que no llegué a llamarte, fui demasiado cobarde hasta para buscar tu número en la agenda del móvil. Ahora me pregunto, ¿hubiera servido de algo? No quiero saberlo, es tarde.
Sólo quiero volver a ese lugar donde se detiene el tiempo, donde sólo existimos nosotros. 
Mi lugar apartada de la historia me espera. Es curioso, nunca he tenido tantas ganas de volver. ¿Podría significar el comienzo de algo o, tal vez, el irremediable final de algo? Prefiero no averiguarlo aún. Ten por seguro que volveré a escribirte, es necesario.

Siempre... Mía. 

lunes, 25 de marzo de 2013

Carta a un amor prohibido

¿Quién no ha encontrado aún su santuario, ese sitio en el que se puede ser uno mismo sin importar nada ni nadie? Todos tenemos un sitio, ya sea dentro o fuera de casa, donde podemos relajarnos hasta tal punto que podemos sentir cómo desaparecemos, cómo se detiene el tiempo y todo a nuestro alrededor se disipa. A veces sólo necesitamos perdernos en nosotros mismos en un lugar donde sabes que nadie te molestará.
También existe ese lugar especial que sólo quieres compartir con una persona. La misma persona que ha hecho especial ese lugar. Es curioso, ¿verdad? Cómo una sola persona puede hacer especial una canción, una película o incluso un libro, más de lo que ya son de por sí. Y es en ese lugar donde los sueños, mis sueños, pueden hacerse realidad aunque sea sólo en pensamiento. Porque es ahí, en nuestra mente, donde somos capaces de cosas imposibles. Porque es por esta cualidad humana que somos capaces de conseguir lo que nos proponemos en la vida real. Pues, como bien sabemos, todo sucede primero en nuestra mente.
Antes de salir con alguien, nos imaginamos cómo sería nuestra relación, cómo sería nuestra ruptura. Antes de consolar a alguien, nos imaginamos qué es lo que quiere oír. Antes de asesinar a un enemigo, nos imaginamos que consecuencias nos puede acarrear. Antes de dormir, nos imaginamos realidades paralelas, futuros imposibles, pasados relativos.
Pero, ¿por qué no imaginamos las consecuencias que puede conllevar una locura? Por eso mismo, porque es una locura, un impulso humano que nos parece correcto pero que después de hacerlo llegan las reprimendas y el arrepentimiento. Siendo ésto así, nuestras ganas de locuras deberían menguar, pero no. No podemos deshacernos de esos impulsos que añaden picante a la vida, aunque cierto es que tampoco queremos.

Dime, amor prohibido, dime, amante de las sombras, ¿seré yo la causante de tu locura?¿Será algún otro ente poseedor de ese honor placentero? No me respondas, no quiero saberlo. Guárdalo en tu lugar especial, alimenta tu mente con enardecedores pensamientos mientras yo, tu servidora, vuelvo a mi lugar en las sombras. Antes de lo esperado recibirás noticias mías, ya sean buenas o malas. 
Cuídate mucho, oh, ser amado. Yo velaré por ti como he hecho desde el principio de los tiempos.

Siempre... Mía.

sábado, 23 de marzo de 2013

Carta a un posible enemigo

¡No! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no se levanta y sigue luchando? ¿Tan fuerte ha sido ese último golpe?
Me llevo las manos al pecho, intentando agarrar mi corazón desbocado. Al ver cómo caía abatido, había salido de mi pequeño escondrijo, aunque él me había advertido que no saliera bajo ningún concepto. Estaba completamente a la vista, a no más de treinta metros de su cuerpo malherido y de su atacante, que esbozaba una sonrisa triunfal. No, no, no... ¿Por qué no ha esquivado ese hechizo? Estaba ofuscado en acabar con el enemigo. Él nunca comete ese error, ¿por qué esta vez sí?
Por mis mejillas corren las primeras lágrimas de sangre, aún sabiendo que todavía está vivo. Es entonces cuando advierto el movimiento de su enemigo, se está acercando a él. Sin pensarlo dos veces, cubro la distancia que me separa de mi amado a una velocidad tan vertiginosa que hasta el enemigo se sorprende. Me arrodillo junto a él, agarrando la parte alta de su túnica en un intento de que me mire. Y lo consigo. Es la primera vez que me ve llorar pero no me importa, no ahora, y no cuando sus ojos dorados también están empañados por las lágrimas. 
En ese momento, una risa macabra nos interrumpe, seguida de unos aplausos que colman el vaso. Voy a levantarme y a arrancar la cabeza a ese tipo pero, antes de que pueda moverme, mi querido mago me sujeta. Bajo la mirada hasta su túnica, manchada por mis lágrimas, y vuelvo a ahogarme en ellas. 
Su contrincante me advierte para que me aparte pero le hago caso omiso, no puedo dejarle aquí. De pronto, todo se oscurece, se está preparando el último golpe que acabará con los dos pero no me importa, ya no. Los labios de mi mago se mueven para formular dos palabras, dos palabras que consiguen que mi frío corazón se hiele aún más. "Te quiero". 
Y es entonces cuando una luz dorada, más brillante que el propio Sol, nos envuelve en un cálido manto, haciendo que cierre los ojos para protegerme. Cuando vuelvo a abrirlos ya no estamos en el campo de batalla, sino frente a las puertas de su Torre, y mis dedos envuelven una fría mano inerte.
¡No! No puede ser... Ha usado sus últimas fuerzas para sacarnos de allí, para protegerme. Un desgarrador grito sale de lo más profundo de mi ser y las lágrimas no hacen ningún intento de detenerse. 
No puede acabar así, no tiene sentido que acabe así. Apoyo la frente sobre su torso, agarrando sus ropas con más fuerza de la debida, llorando con impotencia su muerte.
Éso es, venganza. Venganza buscaré contra quién osó arrebatar la vida a esos ojos dorados. Venganza... 





Pero no, queridos míos, la venganza nunca llegó, pues ésto sólo ha sido una visión de los muchos futuros posibles que nunca llegarán mientras una servidora siga con su trabajo en las sombras. 
Dejad que vuelva a retirarme, pronto tendréis noticias de esta sigilosa observadora.

Siempre... Mía.

domingo, 17 de marzo de 2013

Carta a un desconocido. Impotencia

¿Impotencia? Impotencia es saber qué estás haciendo algo mal pero no puedes hacer nada para cambiarlo. Impotencia es no demostrarte cuánto te quiero por miedo a no ser suficiente. Impotencia es tenerte al lado y no poder tocarte. Impotencia es sufrir cada noche por algo que sólo ocurre en tu mente. Impotencia es no poder ayudar a alguien cuando realmente lo necesita. Impotencia es no estar a tu altura. Impotencia es no poder volar contigo. Impotencia es que me salgan las palabras cuando ya te has marchado. Impotencia es pensar que no te valoro tanto como mereces. Impotencia es imaginar que le prometes la Luna y las estrellas a quién se lo promete a cualquier otra. De impotencia son las lágrimas que derramo cuando estoy sola, pensando en ti. Impotencia es querer y no poder. Impotencia sigue siendo quererte cuando te noto alejado. Impotencia sería no amar como yo amo. Impotencia es creer que no conseguirás tus metas. Impotencia es lo que siento cuando me hablas con ese tono indiferente que sólo usas con los que no te importan. Impotencia es lo que siento cuando estoy horas sin saber de ti. Impotencia es no poder seguir escribiendo porque las lágrimas deforman la realidad. 
Puede que con impotencia estén escritas estas palabras. Puede que con impotencia leas esta carta. Puede que por impotencia no me respondas tan pronto como yo querría. Puede que sea la impotencia mi musa de las mañanas. Puede que sea la impotencia el espíritu que guarda mis noches... y las tuyas.
Puede que cuando leas ésto, querido desconocido, entiendas porque bajo mis ojos siempre hay marcas de ojeras. Quizá, sólo quizá, compartamos más sentimientos de los que esperábamos. 

Vuelvo a retirarme a las sombras, no te salpicará mi impotencia. Si no me encuentran, volveré a escribirte, volverás a saber de mí. Sólo espera.

Siempre... Mía. 

viernes, 15 de marzo de 2013

Carta a un ángel.

Armoniosa danza entre placer y dolor.
Átala bien, escucha sus gemidos de súplica. Sólo quiere llamar tu atención, sólo quiere consumar vuestro amor prohibido. Tú pasabas el rato con mujeres superficiales, mientras ella lloraba tu ausencia. Lágrimas de sangre que nadie nunca verá y que ella jamás reconocerá haber derramado. ¿Cuántas veces habrá soñado con imponentes alas blancas envolviendo su fría existencia?¿Cuántas veces se negó a sí misma sus sentimientos por él? Su aparente frialdad espera su derrumbe inminente, aunque bien pueden pasar varios siglos antes de que eso suceda.
Átala bien cuando la consigas. Aunque ella no quiera irse, su marcha podría ser inevitable. Si supieras... si sólo pudieras imaginar los sacrificios que lleva a cabo cada día de su vida, intentando no arrebatar ni una vida humana sólo para ser digna de tu amor.
Un amor prohibido. Ángel y demonio. Luz y oscuridad. Tan supuesto por los humanos... No imaginan lo que debéis soportar. Su corazón te pertenece, siempre lo ha hecho y siempre lo hará, por toda la eternidad. 
Tal vez parezca algo exagerado, no puedo negarlo, pero ¿quién soy yo para poner freno al amor que siente un vampiro?
Ella odia las debilidades humanas, pero ha caído como una cría en la profundidad de tus ojos dorados. Se enamoró de los besos que le brindaste y de las caricias que recibió durante el poco tiempo que fue tuya. ¿Qué estoy diciendo? Sigue siendo tuya y siempre lo has sabido.
Átala bien, querido mío, no la dejes perder. Protégela aunque no te pida ayuda, nunca lo hace. Comprende sus sentimientos, comprende sus actos. Cuida de ella, dudo qué se dé cuenta de cuanto te necesita.
Escribo esta carta con la esperanza de que llegues a leerla y puedas comprender sus pensamientos.

Cuídate mucho, Ser de la Luz, cuida también de los tuyos. Yo me retiraré de nuevo a las sombras, ejerciendo de mera espectadora y escriba. Volveré a ponerme en contacto contigo, sólo espera.

Siempre... Mía.