La última vez que me enamoré fue hace semanas. Aquel chico bajaba del bus y yo subía. Apenas nos miramos un instante... Mi pulso se aceleró. Notaba cómo mis mejillas ardían.
Pagué el billete y me senté en el último sitio, al lado de la ventana, sin darme cuenta de lo que hacía. Mi mente me había abandonado y había decidido seguir a aquel desconocido. Cuando quise darme cuenta me había pasado ya varias paradas. Bajé en la siguiente y me quedé ahí, pensando. ¿A qué había salido? No lo recordaba. No tenía ni idea. Volví a casa y me fui a la cama.
Esa noche soñé con ojos azules y billetes de autobús.