sábado, 30 de marzo de 2013

Carta a una pesadilla

Que sensación tan extraña, ¿no? La de sentir que has perdido tu razón de vivir. Aunque más extraños somos nosotros, rindiéndonos tan pronto... sin luchar. A partir de ese día todo se volvió gris. Tus ojos verdes no volvieron a iluminar mi cielo. Los sollozos fueron la banda sonora de mis noches y las lágrimas lo único que sentí sobre las mejillas. Mis dedos temblaban cuando intenté marcar tu número, para acabar con esta espera de una vez por todas, pero... no fui capaz de hablar cuando al fin contestaste. Ni siquiera fui capaz de escuchar lo que me decías. Me desmoroné. Acabé en el suelo, llorando y escuchando cómo las gotas de lluvia golpeaban mi ventana.
Que impotencia, ¿no? Ver cómo lo que más te importa se aleja lentamente, sin mirar atrás. Quizá en una angustia desoladora me resguardo, huyendo de la implacable realidad. 
Sólo quería unos brazos en los que buscar consuelo, unos ojos que pudieran ver más allá de mi piel, una voz que me recordara que no estoy sola.
¿Y ese agotador sentimiento de culpa cuando nada sale bien?¿Cuánto tardará en abandonarme por completo?¿Cuánto tardará la luz en bañar mi cuerpo y llevarse así mis pesadillas?¿Cuánto tardaré en enmendar los errores que cometo antes de que sea demasiado tarde?
Sigo siendo una niña, una niña que hace caso al juguete después de romperlo e intenta arreglarlo para poder romperlo más adelante... otra vez.
Hoy toca salir a la calle, sonreír al mundo mientras poco a poco voy muriendo por dentro, como tantas otras personas qué han roto lo único que han amado.
Es cierto que no llegué a llamarte, fui demasiado cobarde hasta para buscar tu número en la agenda del móvil. Ahora me pregunto, ¿hubiera servido de algo? No quiero saberlo, es tarde.
Sólo quiero volver a ese lugar donde se detiene el tiempo, donde sólo existimos nosotros. 
Mi lugar apartada de la historia me espera. Es curioso, nunca he tenido tantas ganas de volver. ¿Podría significar el comienzo de algo o, tal vez, el irremediable final de algo? Prefiero no averiguarlo aún. Ten por seguro que volveré a escribirte, es necesario.

Siempre... Mía. 

lunes, 25 de marzo de 2013

Carta a un amor prohibido

¿Quién no ha encontrado aún su santuario, ese sitio en el que se puede ser uno mismo sin importar nada ni nadie? Todos tenemos un sitio, ya sea dentro o fuera de casa, donde podemos relajarnos hasta tal punto que podemos sentir cómo desaparecemos, cómo se detiene el tiempo y todo a nuestro alrededor se disipa. A veces sólo necesitamos perdernos en nosotros mismos en un lugar donde sabes que nadie te molestará.
También existe ese lugar especial que sólo quieres compartir con una persona. La misma persona que ha hecho especial ese lugar. Es curioso, ¿verdad? Cómo una sola persona puede hacer especial una canción, una película o incluso un libro, más de lo que ya son de por sí. Y es en ese lugar donde los sueños, mis sueños, pueden hacerse realidad aunque sea sólo en pensamiento. Porque es ahí, en nuestra mente, donde somos capaces de cosas imposibles. Porque es por esta cualidad humana que somos capaces de conseguir lo que nos proponemos en la vida real. Pues, como bien sabemos, todo sucede primero en nuestra mente.
Antes de salir con alguien, nos imaginamos cómo sería nuestra relación, cómo sería nuestra ruptura. Antes de consolar a alguien, nos imaginamos qué es lo que quiere oír. Antes de asesinar a un enemigo, nos imaginamos que consecuencias nos puede acarrear. Antes de dormir, nos imaginamos realidades paralelas, futuros imposibles, pasados relativos.
Pero, ¿por qué no imaginamos las consecuencias que puede conllevar una locura? Por eso mismo, porque es una locura, un impulso humano que nos parece correcto pero que después de hacerlo llegan las reprimendas y el arrepentimiento. Siendo ésto así, nuestras ganas de locuras deberían menguar, pero no. No podemos deshacernos de esos impulsos que añaden picante a la vida, aunque cierto es que tampoco queremos.

Dime, amor prohibido, dime, amante de las sombras, ¿seré yo la causante de tu locura?¿Será algún otro ente poseedor de ese honor placentero? No me respondas, no quiero saberlo. Guárdalo en tu lugar especial, alimenta tu mente con enardecedores pensamientos mientras yo, tu servidora, vuelvo a mi lugar en las sombras. Antes de lo esperado recibirás noticias mías, ya sean buenas o malas. 
Cuídate mucho, oh, ser amado. Yo velaré por ti como he hecho desde el principio de los tiempos.

Siempre... Mía.

sábado, 23 de marzo de 2013

Carta a un posible enemigo

¡No! ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no se levanta y sigue luchando? ¿Tan fuerte ha sido ese último golpe?
Me llevo las manos al pecho, intentando agarrar mi corazón desbocado. Al ver cómo caía abatido, había salido de mi pequeño escondrijo, aunque él me había advertido que no saliera bajo ningún concepto. Estaba completamente a la vista, a no más de treinta metros de su cuerpo malherido y de su atacante, que esbozaba una sonrisa triunfal. No, no, no... ¿Por qué no ha esquivado ese hechizo? Estaba ofuscado en acabar con el enemigo. Él nunca comete ese error, ¿por qué esta vez sí?
Por mis mejillas corren las primeras lágrimas de sangre, aún sabiendo que todavía está vivo. Es entonces cuando advierto el movimiento de su enemigo, se está acercando a él. Sin pensarlo dos veces, cubro la distancia que me separa de mi amado a una velocidad tan vertiginosa que hasta el enemigo se sorprende. Me arrodillo junto a él, agarrando la parte alta de su túnica en un intento de que me mire. Y lo consigo. Es la primera vez que me ve llorar pero no me importa, no ahora, y no cuando sus ojos dorados también están empañados por las lágrimas. 
En ese momento, una risa macabra nos interrumpe, seguida de unos aplausos que colman el vaso. Voy a levantarme y a arrancar la cabeza a ese tipo pero, antes de que pueda moverme, mi querido mago me sujeta. Bajo la mirada hasta su túnica, manchada por mis lágrimas, y vuelvo a ahogarme en ellas. 
Su contrincante me advierte para que me aparte pero le hago caso omiso, no puedo dejarle aquí. De pronto, todo se oscurece, se está preparando el último golpe que acabará con los dos pero no me importa, ya no. Los labios de mi mago se mueven para formular dos palabras, dos palabras que consiguen que mi frío corazón se hiele aún más. "Te quiero". 
Y es entonces cuando una luz dorada, más brillante que el propio Sol, nos envuelve en un cálido manto, haciendo que cierre los ojos para protegerme. Cuando vuelvo a abrirlos ya no estamos en el campo de batalla, sino frente a las puertas de su Torre, y mis dedos envuelven una fría mano inerte.
¡No! No puede ser... Ha usado sus últimas fuerzas para sacarnos de allí, para protegerme. Un desgarrador grito sale de lo más profundo de mi ser y las lágrimas no hacen ningún intento de detenerse. 
No puede acabar así, no tiene sentido que acabe así. Apoyo la frente sobre su torso, agarrando sus ropas con más fuerza de la debida, llorando con impotencia su muerte.
Éso es, venganza. Venganza buscaré contra quién osó arrebatar la vida a esos ojos dorados. Venganza... 





Pero no, queridos míos, la venganza nunca llegó, pues ésto sólo ha sido una visión de los muchos futuros posibles que nunca llegarán mientras una servidora siga con su trabajo en las sombras. 
Dejad que vuelva a retirarme, pronto tendréis noticias de esta sigilosa observadora.

Siempre... Mía.

domingo, 17 de marzo de 2013

Carta a un desconocido. Impotencia

¿Impotencia? Impotencia es saber qué estás haciendo algo mal pero no puedes hacer nada para cambiarlo. Impotencia es no demostrarte cuánto te quiero por miedo a no ser suficiente. Impotencia es tenerte al lado y no poder tocarte. Impotencia es sufrir cada noche por algo que sólo ocurre en tu mente. Impotencia es no poder ayudar a alguien cuando realmente lo necesita. Impotencia es no estar a tu altura. Impotencia es no poder volar contigo. Impotencia es que me salgan las palabras cuando ya te has marchado. Impotencia es pensar que no te valoro tanto como mereces. Impotencia es imaginar que le prometes la Luna y las estrellas a quién se lo promete a cualquier otra. De impotencia son las lágrimas que derramo cuando estoy sola, pensando en ti. Impotencia es querer y no poder. Impotencia sigue siendo quererte cuando te noto alejado. Impotencia sería no amar como yo amo. Impotencia es creer que no conseguirás tus metas. Impotencia es lo que siento cuando me hablas con ese tono indiferente que sólo usas con los que no te importan. Impotencia es lo que siento cuando estoy horas sin saber de ti. Impotencia es no poder seguir escribiendo porque las lágrimas deforman la realidad. 
Puede que con impotencia estén escritas estas palabras. Puede que con impotencia leas esta carta. Puede que por impotencia no me respondas tan pronto como yo querría. Puede que sea la impotencia mi musa de las mañanas. Puede que sea la impotencia el espíritu que guarda mis noches... y las tuyas.
Puede que cuando leas ésto, querido desconocido, entiendas porque bajo mis ojos siempre hay marcas de ojeras. Quizá, sólo quizá, compartamos más sentimientos de los que esperábamos. 

Vuelvo a retirarme a las sombras, no te salpicará mi impotencia. Si no me encuentran, volveré a escribirte, volverás a saber de mí. Sólo espera.

Siempre... Mía. 

viernes, 15 de marzo de 2013

Carta a un ángel.

Armoniosa danza entre placer y dolor.
Átala bien, escucha sus gemidos de súplica. Sólo quiere llamar tu atención, sólo quiere consumar vuestro amor prohibido. Tú pasabas el rato con mujeres superficiales, mientras ella lloraba tu ausencia. Lágrimas de sangre que nadie nunca verá y que ella jamás reconocerá haber derramado. ¿Cuántas veces habrá soñado con imponentes alas blancas envolviendo su fría existencia?¿Cuántas veces se negó a sí misma sus sentimientos por él? Su aparente frialdad espera su derrumbe inminente, aunque bien pueden pasar varios siglos antes de que eso suceda.
Átala bien cuando la consigas. Aunque ella no quiera irse, su marcha podría ser inevitable. Si supieras... si sólo pudieras imaginar los sacrificios que lleva a cabo cada día de su vida, intentando no arrebatar ni una vida humana sólo para ser digna de tu amor.
Un amor prohibido. Ángel y demonio. Luz y oscuridad. Tan supuesto por los humanos... No imaginan lo que debéis soportar. Su corazón te pertenece, siempre lo ha hecho y siempre lo hará, por toda la eternidad. 
Tal vez parezca algo exagerado, no puedo negarlo, pero ¿quién soy yo para poner freno al amor que siente un vampiro?
Ella odia las debilidades humanas, pero ha caído como una cría en la profundidad de tus ojos dorados. Se enamoró de los besos que le brindaste y de las caricias que recibió durante el poco tiempo que fue tuya. ¿Qué estoy diciendo? Sigue siendo tuya y siempre lo has sabido.
Átala bien, querido mío, no la dejes perder. Protégela aunque no te pida ayuda, nunca lo hace. Comprende sus sentimientos, comprende sus actos. Cuida de ella, dudo qué se dé cuenta de cuanto te necesita.
Escribo esta carta con la esperanza de que llegues a leerla y puedas comprender sus pensamientos.

Cuídate mucho, Ser de la Luz, cuida también de los tuyos. Yo me retiraré de nuevo a las sombras, ejerciendo de mera espectadora y escriba. Volveré a ponerme en contacto contigo, sólo espera.

Siempre... Mía.