viernes, 24 de febrero de 2017

Paz

Ese momento de paz los tres segundos después del orgasmo.
Respiración entrecortada, sudor y esa sonrisa sincera. Nos sabemos poderosos en nuestro pequeño rincón del mundo. La guerra ha terminado y hemos ganado ambos. Beso las marcas que he dejado en tu espalda mientras te vistes. Todavía me tiemblan las piernas cuando te acompaño a la puerta. "Buenas noches, pequeña". Te beso la mano como para intentar retenerte aunque sé que es inútil. Te marchas y, poco a poco, voy bajando de mi nube. Vuelvo a mi cuarto, a mi cama, y me hundo entre almohadones que huelen a nosotros. Lentamente, el calor de la pasión deja paso al frío de la soledad y del recuerdo. Cada minuto que pasa me hace más consciente del descosido de mi corazón. Me refugio en las cenizas de nuestro encuentro y me abandono al abrazo de Morfeo. Tu silueta baila a las puertas de mi mente, llamando la atención de un insomnio ya conocido. Su visita termina dejándome en un estado de duermevela que mis manos no dudan en aprovechar. Con parsimonia, me recreo en mis pechos alternando caricias y pellizcos que me arrancan el primer suspiro. Una de mis manos se escabulle entre mis muslos y se dedica a atormentar el centro de mi placer, a lo que respondo con gemidos cada vez más subidos de tono. Mis dedos, hábiles y confiados, danzan entre mis labios a un ritmo que mis caderas no tardan en seguir. El orgasmo llega como un vendaval que sacude mi cuerpo, dejándome en un estado de éxtasis narcisista que borra de mi mente todo pensamiento que no sea el aquí y ahora. Tardo un momento en darme cuenta de que la alarma de las 5:00 está sonando, sacándome de mi ensimismamiento con despreocupada crueldad.
Empieza un nuevo día.