martes, 4 de junio de 2013

¿Sueño o realidad?

      "Otra vez esa sensación de vacío seguida de un fuerte sentimiento de pesar..."

      Un escalofrío agita levemente mi cuerpo entumecido. He vuelto a quedarme dormida en el suelo. Muy a mi pesar, toca levantarse y encarar a los mortales, como todos los días de mi existencia. Pero antes, hay que elegir una cara. ¿Una máscara de felicidad extrema o una de sutil alegría? Creo que me quedo con la segunda. Mi vida es como un sueño, un sueño en el que subo por una escalera eterna, sin conseguir llegar al último escalón. O un sueño en el que avanzo por un pasillo estrecho y oscuro hasta toparme con una puerta y, cuando alargo el brazo para tomar el pomo y abrir, se aleja haciendo más y más largo ese pasillo.
      Creo que he vuelto a quedarme dormida, pues de repente estoy a la entrada de un gran pasillo de piedra grisácea que supongo es un laberinto. Miro hacia arriba, es de noche y es imposible ver las estrellas, pues oscuras nubes cubren el firmamento. Otro escalofrío y un ruido sordo a mis espaldas hacen que eche a correr para entrar en el laberinto, sin atreverme siquiera a mirar atrás. Corro cuanto me permiten mis piernas y en la primera bifurcación giro a la derecha, mirando las altas paredes del corredor, que bien podrían triplicar mi altura. No me planteo ni mirar atrás ni bajar la velocidad, siento que algo o alguien me persigue. Sólo oigo mi respiración entrecortada y mis veloces pisadas sobre un suelo recubierto de una fina capa de arena, suficientemente fina como para que no deje huella. No sé cuantas veces giré a derecha e izquierda ni cuantos largos pasillos, iluminados por antorchas cada bastantes metros, recorrí. Siento como mis piernas flaquean cuando me detengo junto a un pasillo lateral que llama mi atención. Una oscuridad aterradora no deja ver el final de ese corredor pero da igual, cojo aire y me adentro en él a paso rápido. Pego la espalda a la fría pared y miro hacia donde he venido, hacia la luz, aguantando la respiración por lo que pudiera aparecer. En ese momento, mis párpados se separan de manera exagerada, mi boca se queda seca y mi corazón late a una velocidad vertiginosa, pues una sombra empieza a perfilarse en el suelo iluminado. Parece de un humano pero no podría asegurarlo desde este distancia. Otro escalofrío hace que me abrace a mí misma, con miedo a estar respirando demasiado fuerte. El dueño de la sombra se ha detenido, pues ésta no avanza. Voy a moverme y a separarme de la pared cuando el sentido de la vista me abandona. Ahogo un grito y me pego aún más a la pared, sé que tengo los ojos totalmente abiertos pero no veo. Impotencia, miedo. Un terror inimaginable se adueña de mis entrañas cuando algo sale de la pared y me rodea el cuello, asfixiándome. Lo agarro para intentar aliviar la presión pero sin conseguirlo, y aquella especie de raíz viva me levanta del suelo. Es algo agonizante, el aire abandona mis pulmones a una velocidad increíble mientras mis piernas dan patadas al aire en un intento de apoyarse en algún sitio. De forma repentina me vuelve la vista y lo último que veo antes de que la vida escape de mi cuerpo son unos brillantes ojos amarillos...

                                                                         *   *   *
    Me incorporo de un brusco movimiento sobre el suelo de mi habitación. Las lágrimas se funden con el sudor en el que estoy bañada. Ha sido sólo un sueño... Las piernas me tiemblan y aún me cuesta respirar pero me levanto y voy hasta el espejo de pie. Me aparto el pelo para poder mirarme el dolorido cuello. Allí están, unas marcas profundas que lo rodean y están casi en carne viva. Las palpo un poco, horrorizada, y cierro los ojos por el dolor, dejando escapar leves sollozos por entre mis labios. Cuando vuelvo a abrirlos, el aire escapa de mis pulmones otra vez.
    Hay un par de ojos amarillos mirándome...