lunes, 20 de enero de 2014

Rojo

     El folio en blanco pide a gritos que lo apuñale. Los muñecos de mi cuarto miran, expectantes. Deslizo el bolígrafo. La punta rasga el papel y va dejando un surco en rojo. 
     Rojo como las paredes del cuarto, como el edredón, como el móvil que vibra(lo ignora), como mis uñas, como el mechero, como el colgante que tengo en el cabecero de la cama("Poison"), como los títulos de los libros en la estantería, como mis calcetines(una Dorothy de estar por casa), como la sangre que tengo en el labio. ¿Sangre? Joder, me he mordido y duele. 
     El silencio también es rojo, al menos para mí. También son rojas las marcas qu(Shhh, para. Aquí no). Voy a hacer caso al paréntesis. Rojas también están mis mejillas cuando me dices esas cosas tan...(Ay, mira. Qué romántica se pone).
     Cállate, joder. Maldita vocecita interior y sus paréntesis. Pues que escriba ella, que yo me voy a dormir. 



martes, 14 de enero de 2014

Un visitante esperado

     La noche está rota. Los suspiros se han quebrado. La cordura aletea y sale despavorida. Huye. El frío se arropa. El viento baila una tortuosa danza sin sentido. El crujido de las ramas recibe como respuesta el golpeteo de la persiana contra la ventana. 
     Está sentada en el plato de la ducha, abrazándose las rodillas mientras una cascada de agua cae sobre su espalda. Mira cómo el agua forma un remolino sobre el desagüe y escapa hacia las tuberías. Imagina que es una de esas gotas. Imagina el laberinto de cañerías hasta la libertad...
    El agua empieza a salir fría y eso le devuelve a la realidad bruscamente. Sale de la ducha temblando y, en vez de envolverse en una toalla, se acerca al espejo que hay encima del lavabo, empañado. Lleva una mano al cristal pero la detiene en el aire. Vamos, joder, piensa. Limpia con los dedos una franja del espejo suficientemente grande como para poder verse el rostro. Aguanta la respiración y fija la mirada en sus ojos. Al principio sólo se ve a ella pero poco a poco el rostro del reflejo cambia; la piel se vuelve oscura y arrugada, la cara más ancha, las cejas más pobladas, desaparece su melena. Ella sonríe y el reflejo le devuelve una sonrisa forzada de dientes afilados. Ya no es su rostro, es el de un hombre. 
     Parpadea varias veces, desvía la mirada y vuelve a respirar, agotada. Cuando mira de nuevo sólo ve su expresión cansada. 
     Vuelve a la cama arrastrando los pies y se esconde bajo las sábanas. Está empapada y tiembla pero le da igual. Sólo quiere olvidar el rostro del espejo. Sólo quiere... escapar.