Que dijeran que no tentara al diablo porque no suele perder sólo consiguió evaporar mis dudas y prender la certeza de que lo que menos importaba era llegar. Tomó el aliento que traspasaba mis labios rotos por el frío y lo convirtió en fichas de un juego de azar cuyo premio parecía ser colocarse un paso más cerca del delirio.
Y en el ápice de cordura que me quedaba, rendí mi poesía al ritmo acompasado de su respiración contra la mía.
Reconocí en esa mirada insondable el atisbo de una ambición afín. Quería dejarme atrapar en esa espiral de vicio y vanidad.
Adoraba que el dolor empañara todo lo que sentía. Que lo que no tocara nuestro anhelo se cubriera de relente. Que la marea de la mañana nos encontrara besándonos los ojos y el atardecer nos instara a perdurar. Ser aliento y suspiro entre sus labios. Viento y agua.
¿Qué es esta ligera sensación de irrealidad?