martes, 23 de abril de 2013

Carta a un sonido

Un haz de luz que bañe nuestros cuerpos...
Silencio, escucha, ¿lo oyes? Es el viento que nos llama. Nos invita a unirnos a su danza sin pausa. Silencio, observa, ¿lo ves? Son ninfas del río que representa la vida. Silencio, siente, ¿lo notas? Es el cosquilleo de la felicidad. Silencio, sé, seamos, ¿seremos? Silencio, amor mío, no rompas la magia. No tiñas de simples palabras un encuentro como el nuestro. Silencio, palpa, ¿lo sientes? Mi corazón late por tus suspiros. Silencio, no te vayas, sigue observando. Si no somos ambos, ¿qué queda? Nada. Silencio, piensa, libérate de todas y cada una de las ataduras que te fijan al mundo de los mortales sin permitirte llegar a sentir todo lo que yo siento. Silencio, regresa, vuelve a regalarme un suspiro de amor. Silencio, escucha, mis súplicas te pertenecen. Silencio, siente, abraza las palabras que te brindo. Silencio, cierra los ojos, recuerda nuestro encuentro pues la hora de marchar ha llegado.
Silencio, escuchad, ¿lo oís? Me reclaman lejos de aquí. Me reclaman en un lugar donde nada puede cambiar. Silencio, la marcha a las sombras comienza aquí, una marcha hacia donde la luz no puede llegar. Esperad con impaciencia el seguro regreso o, mejor aún, vivid con mi ausencia. 

Siempre... mía.

lunes, 15 de abril de 2013

Carta a un amor perdido

Ojos verdes qué miran todo sin ver nada. Las pupilas dilatadas como si se encontrara en una noche sin luna. Calor, un calor abrasador que recorre todo su interior. Ella siente todo y más, pero al mismo tiempo no siente nada. Un alma desnuda era, ahora ya vacía. No le quedan recuerdos en los que perderse ni un futuro que planear. Vuela en el presente como si no fuera más que un espíritu, como si no tuviera cuerpo. Está perdida. Cae. No cierra los ojos, esos encantadores ojos de mirada triste que tiempo atrás habían buscado cobijo en los míos. Una gota de sudor se desliza por su sien hasta juntarse con una lágrima y juntas caen al vacío. Entregada a los placeres de otro, perdió la esperanza cuando él dejó el mundo de los vivos.
Volvamos al presente, a sus últimos momentos antes de reencontrarse con su amado. Sabe que todo va a terminar, no le queda mucho tiempo aunque tampoco lo necesita. Sólo quiere irse ya, sumirse en el sueño eterno para acabar con su sufrimiento. Se siente desfallecer, sabe que ha llegado la hora. Su cabeza da con el suelo, un golpe sordo, pero no es la causa de su muerte. En ese momento ya no lloraba, ya había acabado todo. Pronto volvería a ser ella misma con la única persona que le había hecho feliz y que le había sido arrebatado con tanta crueldad. 
Más tarde encontraron entre sus manos inertes, entrelazadas sobre el pecho, un botecito de pastillas. Ninguna carta de suicidio, ningún mensaje para nadie. No había dejado nada, pues todos estaban enterados de su desgracia. 
Es increíble lo que puede llegar a hacer el ser humano por amor, o puede que sólo haya sido obsesión. Ya no le podemos preguntar, ¿hubiera respondido con sinceridad? A veces se confunde el amor con la dependencia, con la necesidad. ¿O es ese amor el que te hace sentir dependiente de alguien? ¿Sabemos realmente lo que es amar o sólo podemos imaginarlo? Puede que de vuelta a las sombras reflexione sobre ello y te dé mi opinión en la próxima carta que quizá recibas. 

Siempre... Mía. 

sábado, 13 de abril de 2013

Retazos del pasado

"Lo haré, haré que caigan como moscas, haré que sufran tanto como me hicieron sufrir a mí. Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, y yo ya he esperado demasiado. Será el rencor el qué les arranque las entrañas, a todos y cada uno de ellos. La piedad no es una de mis cualidades. Podré cobrarme todas las malas pasadas de una sola vez pero lentamente, sin prisa. Quiero que antes de morir sufran. Quiero que me miren a los ojos cuando exhalen su último aliento. Quiero que supliquen por su miserable vida, disfrutar viendo como se arrastran para besar mis pies en un intento de pedir perdón. Pero no, no habrá ni una pizca de compasión. Dejaré que el rencor dirija mis actos y haré que la venganza se cumpla de forma implacable."
                                                                                                                                               Beatrice. 

"Un sueño. Aparece todo en sepia, es un pequeño claro cerca de un lago. Hay más gente alrededor pero estoy sentada junto a unos niños, tendrían entre cinco y seis años. Compartimos unas moras, reímos, allí se respiraba felicidad. Sonaba música, una flauta y un laúd. Todo parecía perfecto.
Entonces todo comienza a dar vueltas, la visión del sueño está cambiando. De repente estoy de pie, sola, en una noche de luna llena en medio de aquel claro. El humo me impide respirar bien y me hace toser. Camino pisando el manto de cenizas qué cubre todo lo que un día conocí y ya no está. Los árboles, las flores, todo ha sido pasto de las llamas. Me derrumbo frente al lago, caigo de rodillas en el barro. Aún noto el calor del fuego, aún se oyen los gritos de quienes intentaron controlarlo y murieron en el intento. La luna se refleja en el agua, es lo único bello qué queda en este paisaje desolador. Que lúgubre escena de la que soy protagonista..."
                                                                                                                                                  Janah.

"Aún recuerdo mi primer viaje a las Tierras Árticas, las Tierras del Norte. Como en la mayoría de mis viajes, iba en solitario, sin equipaje. Mi piel se fundía en tonos con la nieve, pero mi oscura vestimenta hacía que resaltara a varias decenas de metros. Había hecho el viaje a pie desde el Sur, desde Acientur. No sabía cuantos miles de kilómetros había recorrido pero no estaba cansada, no, mi ser no conocía nada parecido al cansancio. Llegué a un pequeño poblado antes del amanecer, allí me esperaba un amigo para darme cobijo en su casa. Ya tenía el ataúd preparado. Al caer la siguiente noche nos propusimos salir de caza, algo realmente difícil en aquella región ya que la gente no paseaba en solitario y tanto ropa para no pasar frío dificultaba la tarea del cazador en cuanto a 'hincar el diente'. Finalmente volvimos a la casa satisfechos, la sangre de aquellos lugareños tenía un toque diferente en el sabor. No tardé mucho en marcharme de allí, sigo prefiriendo la sangre del sur. Pero fue después de unas semanas cuando recibí la noticia de que mi anfitrión había sido cazado, torturado y finalmente asesinado. Realmente me entristeció aquello, no pude volver a aquellas tierras hasta encontrar un nuevo contacto, un nuevo anfitrión."
                                                                                                                                               Lynette.



martes, 9 de abril de 2013

Carta a un mortal

Me creían muerta, quizá lo estoy. ¿Quién sabe? Puede que estemos todos muertos y nadie se de cuenta. Puede que lo que entendemos por muerte sólo sea un paso más para llegar al mundo real. Quizá esta vida sea una mera prueba de acceso al mundo de los vivos, los vivos reales. ¿Quién no lo ha pensado alguna vez? Extraños somos los humanos por pensar en lo que pensamos, por creer en lo que creemos. Siendo ésto así, hay humanos que necesitan creer en un dios, en un ser superior que dirija sus vidas. ¿Por qué? Si fuera creyente podría responder a esa pregunta pero no lo soy, así que sólo puedo suponer. Puede que esos humanos sólo necesiten un apoyo, un "algo"que les haga sentir seguros en este mundo de inseguridades aunque sea algo inmaterial o puede que imaginario(o no). Puede que crean en un ser superior por el mero hecho de no sentirse perdidos, de sentirse dentro de un gran grupo con una deidad común. Puede que crean sólo para asegurarse un buen lugar después de la muerte. Cierto es que ni ellos mismos tienen la certeza de que creen en un ser real pero tampoco les importa.
Hay otros humanos cuyas ataduras los ligan a otros de su misma raza. Esas ataduras bien pueden ser de adoración, amistad, sumisión o amor. Hay humanos, personas, que necesitan sentir que pertenecen a alguien y sólo a ese alguien. Necesitan que ese alguien los guíe en esta vida de sufrimientos. Necesitan doblegarse a la voluntad de ese otro humano que les da todo lo que necesitan. Buscan llamar su atención entre súplicas silenciosas, súplicas mudas. Pero, ¿y los que no creen?¿Qué esperan de la vida?¿Cuál es su apoyo?¿Cuáles son sus metas espirituales? Aquí una servidora no tiene una deidad a quien adorar pero tampoco la necesita, al menos de momento, pues ya bastante tiene con ella misma. 
Demasiado tiempo llevo fuera, a la luz. Puede que el mundo que conocéis está a punto de cambiar. Mientras éso ocurre yo me vuelvo a retirar a mi lugar en las sombras. 

Siempre... Mía.