domingo, 22 de septiembre de 2013

Reincidentes

   Despertar a medianoche después de una amarga pesadilla y encontrarse en soledad. Nada, nadie. ¿Qué haces? Hice lo que nadie hubiera hecho, vestirme e ir en tu busca. Llorando cubrí la distancia que nos separaba, reincidiendo por el camino en un solo pensamiento, un solo sentimiento. Llegué a tu casa pero no llamé. Cobardía, quizá, vergüenza. Me senté a mirar tu ventana, imaginando el leve movimiento de tu pecho al respirar tranquilo, dormido. Ese vaivén en el que me acurrucaba hasta quedarme dormida. Tuve que irme corriendo, temiendo que mis sollozos te despertaran. Volví a casa, a mi habitación, mi santuario, y ahí volví a caer en un profundo sueño aderezado por las lágrimas. 
   Mañana será otro día...


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