viernes, 13 de diciembre de 2013

13/12/13

    Es viernes 13 y no se ve el sol. El cielo parece un cuenco dado la vuelta: gris y uniforme. Se acerca el invierno, una estación implacable. 
    Los árboles que veo desde la ventana tienen las ramas desnudas apuntando hacia el cruel cielo. Parecen brazos saliendo de la tierra, suplicando un auxilio que nunca llegará. Cuento catorce árboles, catorce brazos, siete cuerpos bajo tierra, siete almas que ha arrancado el viento del otoño junto con sus hojas amarillentas. Los pájaros se posan en las ramas, ignorando los gritos crujidos, piando con arrogancia, levantando el vuelo con una parsimonia envidiable. ¿Eso es un cuervo? Dicen que los cuervos son los ojos del Diablo. ¿Acaso ha venido a disfrutar de esta agonía? 
     Se intuye ahora el sol en su punto más alto. Pareciera que el cielo fuera a estallar en llamas de un momento a otro. 

 

martes, 12 de noviembre de 2013

Tormenta

     Sentada frente al ventanal en el camarote del capitán. Sentada observando la bravura del mar. Un vaivén constante en el que se deja llevar. El chirrido de la puerta le advierte de que ya no está sola, aun así sigue con la mirada perdida en la espuma de las olas. Una mano de dedos firmes y ásperos acaricia sus hombros desnudos, la otra aparta la cascada de bucles negros para dejar paso a unos labios cortados por el frío, pero que besan con ternura la base de su cuello. "Se avecina tormenta", fue lo único que dijo. Apenas un susurro, quizá un pensamiento en alto o solamente algo para romper el tenso silencio que reinaba. Las caricias siguieron su camino, recreándose alrededor de alguna que otra cicatriz, hasta que finalmente se apartó. No fue hasta ese momento que se dio cuenta de lo fría que estaba, de la escarcha que empezaba a formarse en los cristales. El calor humano que aquel hombre se había llevado consigo pronto fue sustituido por el que le brindaría una gruesa capa de terciopelo negro, colocada sobre sus hombros con suma delicadeza, como si la fragilidad se hubiera hecho persona. Lo agradeció en silencio, una inclinación de cabeza casi imperceptible. Al momento volvía a estar sola.
     El ruido de las olas que golpeaban el casco ahogaba el ajetreo en cubierta, pero no tanto como para que no oyera lo que pasaba. El capitán daba órdenes a viva voz, aunque en vez de gritar parecía gruñir desde el fondo de su garganta. 
     Cambiaban el rumbo, se alejaban de la tormenta. 



  

miércoles, 16 de octubre de 2013

Recuerdo...

    Recuerdo...
    Vi caer entre la ceniza un pétalo de  rosa. Busqué el rosal, pero no lo encontré. Estaba perdida, asustada, pero pronto unos firmes brazos rodearon mi maltrecho cuerpo y me sacaron de aquella pesadilla. "Sólo ha sido un sueño" pensé, girándome hasta quedar frente a quien me abrazaba. Allí estaba él, sus labios entreabiertos, su respiración pausada... Emanaba serenidad, paz y tranquilidad. Era lo que necesitaba en aquel momento. Acaricié su torso con lentitud, deteniendo la mano justo donde más se sentían los latidos de su corazón. Tuve que obligar a mis pulmones a coger aire, parecía que me había quedado sin respiración para poder escuchar mejor la suya, mi nana preferida... Le oí gruñir algo incomprensible y me abrazó más contra su pecho. Seguía dormido y soñaba. Quise entrar en su sueño, acompañarle en su viaje. Acabé dormida de nuevo, con el rostro escondido en su torso. Un par de lágrimas descendieron por mis mejillas, "No más cenizas, no más pétalos". 


domingo, 6 de octubre de 2013

Carta a la soledad

   Hacía mucho tiempo que no me sentía tan vacía. Llevo horas sentada frente a un folio en blanco, bolígrafo en mano, esperando. 
   Nada.
   Otra vez esa nada en la que me siento atrapada. Releo tantas y tantas veces las pocas líneas que escribo sin saber cómo seguirlas... Ha anochecido sin darme cuenta. Da igual, ya todo da igual. Cierro los ojos, duermo, sueño. 
   Sueño contigo, con tu sonrisa. Sueño conmigo y con mis ganas de ti. Sueño con un encuentro, una caricia, un beso y un suspiro. Sueño con una puesta de sol y una lluvia de estrellas. Sueño con una tarde de lluvia, con nuestros cuerpos en tormenta. Sueño con tu mirada sosteniendo la mía...
   Y sufro, sufro porque sólo es un sueño. Otro sueño más que pronto caerá en el olvido. Dime, amor, ¿también sueñas conmigo? 
   Sueño con que seas mío o que me hagas tuya. Sueño hasta con esta eterna espera. 
   ¿Y si sólo fuéramos eso, un sueño? 
   
   Al final he despertado y te estoy escribiendo. Cuando recibas esta carta y la leas seguramente esté durmiendo o pensando en ti. Aunque claro, todo depende de quién seas y de quién crees que soy yo. 
   Una vez más me retiro, me esperan. Guardo mis alas para otro posible viaje. Mientras ese momento llega, sucumbo al deseo de perderme en mi interior. Bon voyage...



  Siempre... tuya.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Carta al ladrón de la baraja

   Mil temas de los que hablar con mi musa y sigue sin aparecer. ¿Acaso te la llevaste junto con mis pesadillas? Es cierto, hace mucho tiempo que no tengo un mal sueño pero también hace tiempo que no me siento a escribirte. Pensé que la soledad iba a ser más agradable, que tendría tiempo para todo, pero no. El tiempo sigue escapándose por entre mis dedos sin que pueda hacer nada para evitarlo.
    Hay algo que me ronda la mente, quizá una preocupación injustificada, no lo sé. Lo que sí sé es que, a veces, me miro al espejo y no me reconozco. No he cambiado mucho en estos últimos años, lo normal, pero no noto el cambio en lo físico. Es algo que va más allá, algo en la mirada. Algo que me hace tener hasta un poco de miedo. Miedo a mirar fijamente al espejo y ver cómo la expresión del reflejo cambia sin que cambie la mía. 
   Suena como una paranoia... pero no sé describirlo mejor. ¿Recuerdas cuando dije que era de las que lloran en silencio? Sí, es cierto, pero tampoco del todo. ¿Me habré cansado de estar a la sombra o simplemente es un bache? Realmente espero que sea lo segundo. 
   Tómate unas vacaciones y devuélveme a mi musa, no puedo seguir así, sin palabras, sin escribir, sin cerrar los ojos y dejar que fluya.


Siempre... tuya. 

domingo, 22 de septiembre de 2013

Reincidentes

   Despertar a medianoche después de una amarga pesadilla y encontrarse en soledad. Nada, nadie. ¿Qué haces? Hice lo que nadie hubiera hecho, vestirme e ir en tu busca. Llorando cubrí la distancia que nos separaba, reincidiendo por el camino en un solo pensamiento, un solo sentimiento. Llegué a tu casa pero no llamé. Cobardía, quizá, vergüenza. Me senté a mirar tu ventana, imaginando el leve movimiento de tu pecho al respirar tranquilo, dormido. Ese vaivén en el que me acurrucaba hasta quedarme dormida. Tuve que irme corriendo, temiendo que mis sollozos te despertaran. Volví a casa, a mi habitación, mi santuario, y ahí volví a caer en un profundo sueño aderezado por las lágrimas. 
   Mañana será otro día...


miércoles, 14 de agosto de 2013

Podría ser...

Una escalera que sube, sube, sube y sigue subiendo. ¿O quizá que baja, baja, baja y sigue bajando? Lo único seguro es que no es un infinito rellano. ¿Será la vida una escalera de caracol, sostenida por un eje central que podría ser el porqué de la existencia?
Diría que es una metáfora bastante acertada.
La muerte será como llegar al final de la escalera y sentarse en el último escalón, mirando hacia abajo. En ese momento ves todo lo que has recorrido, todo lo que vas a dejar atrás. Suspiras de agotamiento por el trayecto, pero al mismo tiempo resulta ser un suspiro de satisfacción. Y esperas, esperas, hasta que un huesudo dedo índice te toca el hombro. Adiós.


miércoles, 24 de julio de 2013

Cucú

Otra vez un sueño extraño...

"Estoy en una casa tipo americana, como las que salen en las películas de miedo. Es la casa de un familiar, creo, o un amigo de mis padres. No estoy sola, estoy con una chica de mi edad, sentadas en unas sillas bajas cerca de la entrada, hablando de cualquier tontería. Un coche se acerca, un todoterreno rojo oscuro en el que van mi hermano, el hermano de la chica y su padre. Curiosamente, el hombre lleva una camisa azul de flores que me regaló mi abuela hace años, pero al entrar en la casa ésta cambia por una camisa roja de leñador. Nos saluda."

Y ahí acaba la primera parte.

"Al momento siguiente es de noche y camino sola por los pasillos del piso inferior de la casa. Me asomo a la ventana que da al jardín delantero y veo a los dos niños y a la chica haciendo una 'acampada'. Me ven y me dicen algo que acompañan con apresurados gestos. Pero no les oigo. Corro la cortina y me dirijo a mi habitación.  En cuanto enciendo la luz y miro la cama me detengo, estupefacta. Hay unos diez relojes de cuco, de varios colores y tamaños, encima de la cama, mirando hacia la ventana. Sin saber porqué, voy cogiendo cada uno y cambio la hora a las 11:59. Cuando estoy cambiando el último me asomo al pasillo y veo, en la habitación de enfrente, como mi primo de 6 años me mira con los ojos muy abiertos, sonriendo de forma un tanto sádica. Aún con esa perturbadora sonrisa en la mente, a la que yo respondí con un asentimiento, me doy cuenta de que todos los relojes han empezado a sonar."

Otra parte.

"Ahora es de día y reconozco que paseamos por una de las calles de mi ciudad natal. Estamos todos los de anoche anterior, añadiendo a mi madre,  cuando entramos en una tienda de muebles. Todos empiezan a probar los colchones. Yo no, estoy demasiado ocupada intentando apartar a un perrito blanco parecido a una oveja que me hace cosquillas en las piernas. Finalmente cedo a las insistencias y me tumbo en un colchón para probarlo. Pero, sin querer, me duermo."

Y he aquí la última parte, algo extraña, ya que estoy soñando dentro de un sueño.

"Estoy en una sala que no es la tienda de muebles. Es un sueño. 'Genial...' pienso. Miro a mi alrededor, todo me resulta familiar. Claro que me es familiar, no es la primera vez que tengo este sueño. Sé lo que va a pasar y sé donde tengo que ir. Digo algo en voz alta y sé que los despiertos me están oyendo. Decido narrarles todo lo que pasa, supongo que pensarán que hablo en sueños. Y es así. Salgo de la sala, parecida a los aposentos de un castillo medieval, y me interno en los pasillos de suelo forrado con alfombra roja y paredes iluminadas por el tenue brillo de las antorchas. Hay cuadros a ambos lados del pasillo pero no me detengo a mirarlos. Sé que no es seguro andar por aquí. Voy narrando lo que veo y los despiertos me preguntan. Curiosamente puedo escucharlos y responder. Después de doblar varios recodos y cubrir grandes pasillos, llego a una sala con dos puertas al fondo y una en cada pared lateral. Las laterales están abiertas y dan a más pasillos, la derecha del fondo está cerrada con llave, la izquierda no. Así que me dirijo a esa. Tomo el pomo y lo giro. Cede. Pero no se abre. Intento empujar y nada. Parece atrancada desde el otro lado. 'Esto no estaba así. Alguien ha estado aquí.' Grito para los despiertos, pero no obtengo respuesta. Empiezo a sudar. Ésto no debería estar pasando. Quiero despertar pero no puedo. Mis ojos se abren de manera exagerada y mi respiración se corta cuando llega a mis oídos el leve crujido de la alfombra cuando se pisa. Pasos. Alguien viene. Me acerco a la pared de la izquierda y miro por la puerta. A lo lejos emerge de entre las sombras un hombre rubio vestido con un uniforme azul claro. Anda despacio, casi dando tumbos. Y no me extraña, ya que sus extremidades están dobladas en un ángulo antinatural. Alza la mirada y me ve. En su desfigurado rostro alcanzo a distinguir un intento de sonrisa. Empieza a correr hacia mí. Yo intento pedir ayuda a los despiertos pero nadie me escucha. Corro hasta la puerta cerrada de antes e intento abrirla. Desesperada, la aporreo con los puños. 'No puede ser... ésto no acaba así...'. Una sombra se cierne sobre mí. No me giro para mirar, sé que es el hombre del pasillo. Estoy asustada, sudando. Sólo oigo mi respiración agitada y los fuertes latidos de mi corazón."

Y sin que mi yo del sueño despertara, he despertado. Sudando como me encontraba, cogí mi agenda y mi bolígrafo y me puse a escribir el sueño. Aún tengo en mi cabeza la sonrisa de mi primo y el sonido de los relojes. Tantos relojes juntos, soñar dentro de un sueño,... ¿qué significa? 
El mundo de los sueños es algo extraño, perturbador, mágico, increíble. Y puede que hasta peligroso. 


"¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueñossueños son." 

martes, 9 de julio de 2013

Carta a un alma inexistente

   Nunca pensé que las sombras pudieran ser tan acogedoras. Siempre pensé que lo oscuro era frío, que las sombras no podían brindar calor. Pero me equivoqué. Ahora que vivo entre ellas no puedo siquiera pensar en mi anterior vida en la Luz. Mi pasado es borroso, son imágenes demasiado brillantes como para que ahora distinga su contenido. Creo que fui feliz alguna vez, o eso es lo que quiere sentir mi corazón angustiado, roto. Creo que también tuve alma en alguna vida pasada, ahora lo que siento es un enorme vacío interior. No sé si aún me quedan algunos trozos astillados de alma o si nunca he tenido. Es más, puede que tenga un alma tan oscura que ni siquiera se pueda considerar eso mismo. Tampoco importa mucho, nadie va a juzgar el  estado de mi alma mientras siga en las sombras. 
   De vez en cuando una banda de pequeñas mariposas negras revolotea a mi alrededor, sacándome una pequeña sonrisa cuando alguna se posa sobre mi pálida piel. También están frías, todo es frío aquí, a la sombra de la historia. 
   A veces me quedo mirando al infinito sin darme cuenta, emprendiendo un viaje con la mente del que únicamente soy yo partícipe. No importa mucho, pues aquí no hay nadie que se fije en este hecho. 

   Hora de enviar esta carta, aunque no conozca su destinatario. Sólo he recibido una carta de vuelta y eso me hace pensar que las mías no han llegado a nadie. Aun así seguiré narrando las desgracias que observo desde mi lugar privilegiado en las sombras. 




Siempre... mía. 

viernes, 5 de julio de 2013

Su sombra

Emergió de entre sus demonios para buscar, quizá, una paz ansiada y nunca encontrada.  Tal vez fuera la soledad lo que le llevó a querer escapar de la oscuridad sin darse cuenta de que, quizá, la luz sólo le haría ver su sombra, nada más. 



Eterna compañera infravalorada. 

martes, 4 de junio de 2013

¿Sueño o realidad?

      "Otra vez esa sensación de vacío seguida de un fuerte sentimiento de pesar..."

      Un escalofrío agita levemente mi cuerpo entumecido. He vuelto a quedarme dormida en el suelo. Muy a mi pesar, toca levantarse y encarar a los mortales, como todos los días de mi existencia. Pero antes, hay que elegir una cara. ¿Una máscara de felicidad extrema o una de sutil alegría? Creo que me quedo con la segunda. Mi vida es como un sueño, un sueño en el que subo por una escalera eterna, sin conseguir llegar al último escalón. O un sueño en el que avanzo por un pasillo estrecho y oscuro hasta toparme con una puerta y, cuando alargo el brazo para tomar el pomo y abrir, se aleja haciendo más y más largo ese pasillo.
      Creo que he vuelto a quedarme dormida, pues de repente estoy a la entrada de un gran pasillo de piedra grisácea que supongo es un laberinto. Miro hacia arriba, es de noche y es imposible ver las estrellas, pues oscuras nubes cubren el firmamento. Otro escalofrío y un ruido sordo a mis espaldas hacen que eche a correr para entrar en el laberinto, sin atreverme siquiera a mirar atrás. Corro cuanto me permiten mis piernas y en la primera bifurcación giro a la derecha, mirando las altas paredes del corredor, que bien podrían triplicar mi altura. No me planteo ni mirar atrás ni bajar la velocidad, siento que algo o alguien me persigue. Sólo oigo mi respiración entrecortada y mis veloces pisadas sobre un suelo recubierto de una fina capa de arena, suficientemente fina como para que no deje huella. No sé cuantas veces giré a derecha e izquierda ni cuantos largos pasillos, iluminados por antorchas cada bastantes metros, recorrí. Siento como mis piernas flaquean cuando me detengo junto a un pasillo lateral que llama mi atención. Una oscuridad aterradora no deja ver el final de ese corredor pero da igual, cojo aire y me adentro en él a paso rápido. Pego la espalda a la fría pared y miro hacia donde he venido, hacia la luz, aguantando la respiración por lo que pudiera aparecer. En ese momento, mis párpados se separan de manera exagerada, mi boca se queda seca y mi corazón late a una velocidad vertiginosa, pues una sombra empieza a perfilarse en el suelo iluminado. Parece de un humano pero no podría asegurarlo desde este distancia. Otro escalofrío hace que me abrace a mí misma, con miedo a estar respirando demasiado fuerte. El dueño de la sombra se ha detenido, pues ésta no avanza. Voy a moverme y a separarme de la pared cuando el sentido de la vista me abandona. Ahogo un grito y me pego aún más a la pared, sé que tengo los ojos totalmente abiertos pero no veo. Impotencia, miedo. Un terror inimaginable se adueña de mis entrañas cuando algo sale de la pared y me rodea el cuello, asfixiándome. Lo agarro para intentar aliviar la presión pero sin conseguirlo, y aquella especie de raíz viva me levanta del suelo. Es algo agonizante, el aire abandona mis pulmones a una velocidad increíble mientras mis piernas dan patadas al aire en un intento de apoyarse en algún sitio. De forma repentina me vuelve la vista y lo último que veo antes de que la vida escape de mi cuerpo son unos brillantes ojos amarillos...

                                                                         *   *   *
    Me incorporo de un brusco movimiento sobre el suelo de mi habitación. Las lágrimas se funden con el sudor en el que estoy bañada. Ha sido sólo un sueño... Las piernas me tiemblan y aún me cuesta respirar pero me levanto y voy hasta el espejo de pie. Me aparto el pelo para poder mirarme el dolorido cuello. Allí están, unas marcas profundas que lo rodean y están casi en carne viva. Las palpo un poco, horrorizada, y cierro los ojos por el dolor, dejando escapar leves sollozos por entre mis labios. Cuando vuelvo a abrirlos, el aire escapa de mis pulmones otra vez.
    Hay un par de ojos amarillos mirándome...


martes, 23 de abril de 2013

Carta a un sonido

Un haz de luz que bañe nuestros cuerpos...
Silencio, escucha, ¿lo oyes? Es el viento que nos llama. Nos invita a unirnos a su danza sin pausa. Silencio, observa, ¿lo ves? Son ninfas del río que representa la vida. Silencio, siente, ¿lo notas? Es el cosquilleo de la felicidad. Silencio, sé, seamos, ¿seremos? Silencio, amor mío, no rompas la magia. No tiñas de simples palabras un encuentro como el nuestro. Silencio, palpa, ¿lo sientes? Mi corazón late por tus suspiros. Silencio, no te vayas, sigue observando. Si no somos ambos, ¿qué queda? Nada. Silencio, piensa, libérate de todas y cada una de las ataduras que te fijan al mundo de los mortales sin permitirte llegar a sentir todo lo que yo siento. Silencio, regresa, vuelve a regalarme un suspiro de amor. Silencio, escucha, mis súplicas te pertenecen. Silencio, siente, abraza las palabras que te brindo. Silencio, cierra los ojos, recuerda nuestro encuentro pues la hora de marchar ha llegado.
Silencio, escuchad, ¿lo oís? Me reclaman lejos de aquí. Me reclaman en un lugar donde nada puede cambiar. Silencio, la marcha a las sombras comienza aquí, una marcha hacia donde la luz no puede llegar. Esperad con impaciencia el seguro regreso o, mejor aún, vivid con mi ausencia. 

Siempre... mía.

sábado, 13 de abril de 2013

Retazos del pasado

"Lo haré, haré que caigan como moscas, haré que sufran tanto como me hicieron sufrir a mí. Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, y yo ya he esperado demasiado. Será el rencor el qué les arranque las entrañas, a todos y cada uno de ellos. La piedad no es una de mis cualidades. Podré cobrarme todas las malas pasadas de una sola vez pero lentamente, sin prisa. Quiero que antes de morir sufran. Quiero que me miren a los ojos cuando exhalen su último aliento. Quiero que supliquen por su miserable vida, disfrutar viendo como se arrastran para besar mis pies en un intento de pedir perdón. Pero no, no habrá ni una pizca de compasión. Dejaré que el rencor dirija mis actos y haré que la venganza se cumpla de forma implacable."
                                                                                                                                               Beatrice. 

"Un sueño. Aparece todo en sepia, es un pequeño claro cerca de un lago. Hay más gente alrededor pero estoy sentada junto a unos niños, tendrían entre cinco y seis años. Compartimos unas moras, reímos, allí se respiraba felicidad. Sonaba música, una flauta y un laúd. Todo parecía perfecto.
Entonces todo comienza a dar vueltas, la visión del sueño está cambiando. De repente estoy de pie, sola, en una noche de luna llena en medio de aquel claro. El humo me impide respirar bien y me hace toser. Camino pisando el manto de cenizas qué cubre todo lo que un día conocí y ya no está. Los árboles, las flores, todo ha sido pasto de las llamas. Me derrumbo frente al lago, caigo de rodillas en el barro. Aún noto el calor del fuego, aún se oyen los gritos de quienes intentaron controlarlo y murieron en el intento. La luna se refleja en el agua, es lo único bello qué queda en este paisaje desolador. Que lúgubre escena de la que soy protagonista..."
                                                                                                                                                  Janah.

"Aún recuerdo mi primer viaje a las Tierras Árticas, las Tierras del Norte. Como en la mayoría de mis viajes, iba en solitario, sin equipaje. Mi piel se fundía en tonos con la nieve, pero mi oscura vestimenta hacía que resaltara a varias decenas de metros. Había hecho el viaje a pie desde el Sur, desde Acientur. No sabía cuantos miles de kilómetros había recorrido pero no estaba cansada, no, mi ser no conocía nada parecido al cansancio. Llegué a un pequeño poblado antes del amanecer, allí me esperaba un amigo para darme cobijo en su casa. Ya tenía el ataúd preparado. Al caer la siguiente noche nos propusimos salir de caza, algo realmente difícil en aquella región ya que la gente no paseaba en solitario y tanto ropa para no pasar frío dificultaba la tarea del cazador en cuanto a 'hincar el diente'. Finalmente volvimos a la casa satisfechos, la sangre de aquellos lugareños tenía un toque diferente en el sabor. No tardé mucho en marcharme de allí, sigo prefiriendo la sangre del sur. Pero fue después de unas semanas cuando recibí la noticia de que mi anfitrión había sido cazado, torturado y finalmente asesinado. Realmente me entristeció aquello, no pude volver a aquellas tierras hasta encontrar un nuevo contacto, un nuevo anfitrión."
                                                                                                                                               Lynette.



sábado, 30 de marzo de 2013

Carta a una pesadilla

Que sensación tan extraña, ¿no? La de sentir que has perdido tu razón de vivir. Aunque más extraños somos nosotros, rindiéndonos tan pronto... sin luchar. A partir de ese día todo se volvió gris. Tus ojos verdes no volvieron a iluminar mi cielo. Los sollozos fueron la banda sonora de mis noches y las lágrimas lo único que sentí sobre las mejillas. Mis dedos temblaban cuando intenté marcar tu número, para acabar con esta espera de una vez por todas, pero... no fui capaz de hablar cuando al fin contestaste. Ni siquiera fui capaz de escuchar lo que me decías. Me desmoroné. Acabé en el suelo, llorando y escuchando cómo las gotas de lluvia golpeaban mi ventana.
Que impotencia, ¿no? Ver cómo lo que más te importa se aleja lentamente, sin mirar atrás. Quizá en una angustia desoladora me resguardo, huyendo de la implacable realidad. 
Sólo quería unos brazos en los que buscar consuelo, unos ojos que pudieran ver más allá de mi piel, una voz que me recordara que no estoy sola.
¿Y ese agotador sentimiento de culpa cuando nada sale bien?¿Cuánto tardará en abandonarme por completo?¿Cuánto tardará la luz en bañar mi cuerpo y llevarse así mis pesadillas?¿Cuánto tardaré en enmendar los errores que cometo antes de que sea demasiado tarde?
Sigo siendo una niña, una niña que hace caso al juguete después de romperlo e intenta arreglarlo para poder romperlo más adelante... otra vez.
Hoy toca salir a la calle, sonreír al mundo mientras poco a poco voy muriendo por dentro, como tantas otras personas qué han roto lo único que han amado.
Es cierto que no llegué a llamarte, fui demasiado cobarde hasta para buscar tu número en la agenda del móvil. Ahora me pregunto, ¿hubiera servido de algo? No quiero saberlo, es tarde.
Sólo quiero volver a ese lugar donde se detiene el tiempo, donde sólo existimos nosotros. 
Mi lugar apartada de la historia me espera. Es curioso, nunca he tenido tantas ganas de volver. ¿Podría significar el comienzo de algo o, tal vez, el irremediable final de algo? Prefiero no averiguarlo aún. Ten por seguro que volveré a escribirte, es necesario.

Siempre... Mía.